Buenos
días, el Sol amanece muy despierto, las estrellas encuentran su cuna dejando la
noche en un lugar distinto, la mirada descubre ese amor que se esconde dentro
de una coraza, en aquellas expresiones que perduran dentro de las células, en
un organismo que sigue encontrando la vida en el cuerpo eterico, en el aliento de
vida, en el respirar del Espíritu, en los mensajes que en el interior siguen
dando vueltas y vueltas.
Eres
una rosa completa, no tienes nada que copiar, todo lo llevas dentro de tu organismo,
de los mechones de tu pelo rubio, de los pilares que te sitúan en la tierra, de
las palabras que aún no han nacido en tu boca, de los estrechos pasillos por
donde encuentras los diferentes olores que inundan tu silencio.
Te
espero mirando al cielo en el maravilloso océano que nos distribuye, en los
bailes de las olas que penetran hasta nuestros pies descalzos, en las nubes que
pasean unas pequeñas gotas que después crearan los ríos para dar el alimento
perfecto a los mares que miran desde la profundidad el milagro de la vida.
Vida
y muerte que se pasean por los tiempos, por los lugares donde no hay espacio,
por donde el oxígeno descansa tranquilamente para seguir su camino en los ríos
de sensaciones que nos despejan el cansancio, la pesadez de tantos momentos en
los que no entendemos por qué caminamos en un desierto, porqué la arena se hace
tan pesada sin necesidad de llevarla en los hombros.
Porqué
encuentras en mis palabras tus pensamientos, porqué llegas sin descanso después
de haber dormido toda la noche, porque el hambre sigue despierto después de
haber degustado los alimentos que se crearon para tu consumo, porqué sigues
escuchando por tus oídos cerrados la música que sigue cantando el pequeño
ruiseñor.
Estoy
más cerca y cada vez más lejos de mí, de este centro en el que todo se
concentra y desde el que la espiral de la vida sigue cambiando, sigue estando
segura de su figura, de su contorno, de todos aquellos que han llegado y se
marcharán, de los que se fugaron y de los que siguen esperando, de todos los
mismos de siempre y de los nuevos que nunca entraron por ninguno de los planos
desde los que siguen descubriendo su color.
Miguel José Carbajosa Gómez
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