Llueve
detrás del cristal y en la noche brilla el suelo que sujeta la casa, buscando
unos minutos puedo sentarme delante de esta pequeña pantalla y disfrutar de los
trazos largos y cortos que suceden a los párrafos, te miro con los ojos
cerrados y te escribo estas palabras para agradecerte que puedas contemplar a
las personas detrás de esos ojos, unas puertas que abren el interior cálido y
dulce.
Me
quedo sentado frente a ese árbol que muchos dicen es el de la vida de cada uno,
un árbol que va creciendo dentro de la piel y va creciendo dentro del
inconsciente, por eso quiero dejarte un silencio en este lugar donde la noche
va tomando cuerpo y oscurece todo aquello que el Sol hace brillar, incluso hoy
que la Luna está detrás de las nubes, sigue acariciando los sueños de quiénes
se encuentran con su Ángel de la Guarda en la orilla de la cama y dentro de los
ojos que siguen la historia junto al calor de las sábanas.
Decía
que un dibujo tranquilo y repetido muchas veces que iluminabas encima de la
pequeña pantalla mi hizo ver el juego de la casa del árbol, aunque realmente no
es una casa como los demás pensábamos, simplemente se compone de estancias para
observar, para descubrir en la naturaleza los sonidos de aquellos animales que
sigues con el empeño de encontrarlos en su lugar donde comen, duermen y viven
sus aventuras.
Una
aventura que te hace subir de rama en rama, unas palabras que dejan tus
impresiones según vas ascendiendo, en una de ellas ves un pequeño río donde descansan
bebiendo las cebras en blanco y negro, al darte la vuelta desde otra rama
sientes el ruido de la jirafa comiendo unas hojas junto a tus manos, sigues
trepando y te detienes al observar como un pequeño bulto relleno de hojas cubre
unos pequeños huevos de un ave desconocido, sientes el silencio de ese momento
y sigues despacito sin dejar de observar la vida que se está construyendo en el
pequeño lugar.
Es
después de trepar a lo más alto cuando encuentras la plataforma desde donde
poder observar todo aquello que nos regala la selva, los caminos por donde los
elefantes van dejando sus grandes huellas en una canción sin letra, con el
sonido de sus trompas buscando el soplar y coger para engullirlo en esa gran
boca escondida debajo de la nariz que tiene tan desarrollada, consigues ver la
carrera de un leopardo persiguiendo a su próxima presa y desempolvas los
prismáticos pues la sombra que aparece al fondo es la de un......te parece pero
no estas segura.
Te
sientas sobre la rama que termina de crecer hacia el cielo de un sol abrasador
y sientes la piel como se llena de arrugas, ves frente a tu árbol la figura del
Rey, con su enorme barba y su mirada descansada, ese Rey de la Selva que todos conocemos por Disney en el cariño
de las aventuras, pero el León fiero y relajado, esperando que tus ojos puedan
sujetar este momento para que tu corazón siga corriendo en la locura de tu
sangre roja distribuyendo rápidamente la alegría de haber hecho realidad tu
sueño.
Ese
sueño que te hizo nacer, desarrollar tu imagen y descubrir que este lugar es la
maravilla del ser humano, de todos aquellos que siguen en su fuerza aunque las
experiencias se sucedan de forma diferente, aunque muchas veces pienses a qué
has venido, porqué tienes que encontrar lo que no nos gusta, el paraíso de
escuchar la vida en tus pensamientos y el descanso de haber llegado a la siguiente
parada para volver a encontrar otro camino que te pueda hacer otra nueva casa,
seguro que en otro árbol precioso, árbol que siempre dibujarás con el cariño y
la fe de que estás viva y feliz.
Gracias
Elvira, mis manos disfrutan tanto con las palabras y los párrafos que sigo
escuchando el momento en que construías de nuevo tu sueño. Un saludo,
Miguel José Carbajosa Gómez
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