Todo se derrumba o simplemente la mente
entra en colisión con el vacío, es una emergencia sin sentido, una mirada al
horizonte desde el que me encuentro perdido en un desierto sin arena, en un
callejón sin salida, en unas palabras que me emborrachan, en unos besos que no
existen y en unas caricias que no tienen sentido.
Descubro dentro de mi ser que hay vida, una
vida que penetra por los poros de la piel, por las células que recorren mi
cuerpo, por las vías que me conducen a un monólogo sin un sentido de
pensamiento, sin unos límites que me arropan cuando decido sobrepasarlos, de
unas palabras que encienden este momento para dejar de iluminar la oscuridad.
Todo coincide con mi centro, con ese lugar
desde el que puedo viajar a las nubes del infierno, al conocimiento escondido
dentro de un niño herido, de unas heridas imposibles de poder curar, de unos
desastres que en realidad me han llevado hasta este momento, esos delirios que
me embocan a descubrir que la verdad es producto de tanto mentir, de tanto
excederme de esconder toda la basura que pasea por mis escondites.
Es una coraza imposible de desenganchar,
unos labios impotentes hasta el amanecer, unas dulces melodías que me hacen
repetir sus notas hasta llegar el sueño, el descanso de tantos insípidos
sabores de unos sentido que están y han estado al servicio del ego, ese encantador
que desde niño evoluciona y se coloca al frente de un ejército sin soldados.
Me miras sin entender por eso puedo
adentrarme en tus colmenas en las que puedes dejar escuchar este sonido, este
aroma que despierta tus sentidos, esos que colocan al corazón como el gran
conductor del amor, de la paciencia, de la sonrisa, del agradecimiento, del
sentimiento, de tu mirada profunda, de tus labios que abren el estrecho camino
hacia la libertad, no esa de la que nos hablan en los telediarios, sino la que
nos libera de un ego que la sociedad y la vida nos coloca para poder
encontrarnos con ese al que buscamos.
¿A quién busco?
Miguel José Carbajosa Gomez
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