Estoy deprimido, mis pensamientos salen por los rincones para encender este momento, son letras que llegan desde un inconsciente imposible de poder acceder con la mente, son contadas ocasiones en que se asoma a la ventana y mira al infinito, al perfil de las montañas que alejan el infinito, un horizonte que centra muchas veces la profundidad de esconder los lamentos, los gritos que desde el interior de mi cuerpo callan las células que viajan por los rincones esperando a descifrar el gran enigma.
Son varios los años que pasan sin encontrar la respuesta, sin dejar de mirar detrás por si algo se perdió por el camino, de encender luces que terminan por esconder la noche y llamar la atención de quiénes me miran por los silencios dejando sus cartas abiertas para conocerme, para hablar de muchas sensaciones que no quiero desangrar, de palabras que saben pueden hacerme llegar un recado, pero que en ningún caso hacen prestar la atención de mi cerebro, de los pinceles que siguen aparcado junto al pastel de colores desde el que dibujar esta mirada.
Sabes que hace tiempo mis palabras se apagan y los despertares pasan de largo sin encontrar la fecha adecuada para colocarlos, que en la primera fase donde necesitaba desaguar tanta marea que las lluvias dejaron en mi corazón parece imposible ahora en la sequedad descubrir los niveles que cubrieron las paredes que inundaron mi casa, mis habitaciones desde la que esperaba la llegada de ese ser que tenía que dejarme una respuesta, un par de palabras que dijeran lo que esperaba escuchar.
Pero tus labios se apagaron, tus manos se alejaron de mi piel y todo llegó a dejar oscuridad, una oscuridad llena de luces, de música, de veneno que tenía que digerir, de sencillas respuestas en las que me llegaban mensajes de seguir adelante, de subir las montañas para bajarlas por el lado oscuro y entrar en los desiertos que me hacían disfrutar de todo el menú que ahora vuelvo a recordar, solos en la madrugada para andar por las montañas a solas, dejando claro está los miedos en las cunetas que carreteras por las que nunca habían pasado las ruedas de estos coches, de los silbatos donde los trenes no madrugaban para iniciar el paseo por la vida.
Me escuchas porque algunas frases te gustan, porque otras no entiendes y porque el conjunto te parece disparatado, porque te crees que lo estoy pasando mal y necesito una ayuda que no quiero, no puedo bajarme de esta carrera por terminar los párrafos sin dejarte mi tarjeta de visita, de escuchar en tus palabras quien eres, que piensas de la vida que nos regala tanto y de la muerte que no hace volver a nacer, quien soy es la escusa para llegar a encontrarme con el otro lado, con ese dios o ese universo del que salimos paridos, del que llegamos de nuevo para ver el fondo de tantos interrogantes.
Son preguntas sin respuesta, besos sin abrazos, lazos sin redondeces, esperas innecesarias a puerta de cualquier emoción, solamente un cuerpo lleno de piel por todos los lados y de un contenido que tiene vida, que respira vida, que escucha vida, para después de tantos años de ese tiempo inventado podamos volver de nuevo al limbo, al lugar donde no hay sentido pues el sentido es lo que nos pierde en este mundo, en estas palabras que salen descuidadas de un modelo de escribir, de un modelo de hablar, de un sueño en el que todo es perfecto y termino con una siempre reflexión que no me deja mirar a través de los colores que mis filtros impiden poder ser original.
"¡¡¡¡¡Gracias por todo!!!!! no tengo queja de nada"
Miguel José Carbajosa Gómez
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