Estoy jodido,
una mañana en la que la lluvia acelera mis pulsaciones, un lugar desde el que
observar como las plantas toman su ración de agua, una tierra que bebe
constantemente para guardar en sus reservas el líquido que corre por sus
torrentes emocionales, por las laderas de unas pequeñas piedras que se destapan
al seguir la humedad que ahora puede degustar desde la noche en que comenzaron
a llegar el regimiento de nubes cargadas con todo su material.
Con un
pequeño bocadillo disfruto de una música que aparece por la mesa, sale de su
interior unas palabras de quien descubre una nueva mirada, otro deja llorar
párrafos en los que las palabras no pueden regalarle ese misterio que nuestro
camino hace descubrir dentro de cada escucha, de unos signos que pueden acercar
el sentimiento a su propia vida, esa experiencia en la que se bañan cada
jornada en la sencilla estrofa que se repite de nuevo en la canción que ahora
mismo me acompaña.
Llevo días
sin escribir, sin encontrar ese momento desde el que colocar en una página todo
lo que va regalando esta vida, esa forma humana desde la que el alma puede
sentir y pensar, oler las preciosas flores que ahora se reguardan del frío que
penetra por la piel, por los sonidos que cada lugar enciende en las mañanas de
pago, en las gratuitas sesiones que me regalas al posar con ese cuerpo en el
que puedo envolverme y además imaginar que sigo escuchando como tus poros
hablan, como tu rostro sonríe con unos labios en donde puedo esconderme, en los
mismos labios que hacen del sonido una pasión por soñar en las mismas nubes que
ahora mismo pueden empapar estas emociones.
Sigo mirando
por la ventana y entiendo que el mar se esconda para que no pueda verlo,
imaginar que sus colores están durmiendo una siesta que empieza lejos, en su
fondo, en la profundidad oscura en la que la vida sigue despierta, en los
silencios que aparecen dentro de cada imagen que me regala, de unas olas que
quieren llegar hasta mi puerta, encender la chimenea que espera su leña y
acomodarse junto al sillón desde el que puedo contaros una historia, una
lectura que quiero acariciar con estas manos, con las caricias que aparecen
dentro de este segundo.
Es la hora
que marca las cifras que aparecen en el ordenador, la llamada que suena entre
mis libros espera a que pueda acercarme a otra voz que puede enamorarme, o
simplemente escuchar sus palabras, o encontrar que al otro lado respira una
mirada y no salen palabras, no escucho de su garganta la expresión que el
lenguaje me puede entender, es realmente imposible entender desde las palabras,
desde las frases que en los chats intentan comentar una llamada, lo puede ver
en los ojos que nunca mienten, ese lugar que no engaña aunque la expresión de
sus palabras, de los sonidos hagan de este silencio la presencia que aparece
detrás de cada forma, de cada cuerpo, de cada espera......
Miguel José
Carbajosa Gómez
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