Te
veo por la ventana con tus mallas rosadas, juegas a todo lo que representa el
momento, te diviertes dentro del universo que se construye a tu alrededor,
personas que encuentras en tus andares, en el silencio de esos juegos que
descubres con tus manos, unos dedos que se inician en el contacto, en reunir la
mayor información posible que te hace sentir por la piel que recubre todo lo
que significa tu vida.
Es
una vida temprana, llena de numerosas experiencias que vas guardando, no
entiendes nada de lo que significa razonar, pero si sabes como encontrar
la llave para recibir lo que quieres en cada momento, subes y bajas sin saber
los peligros que conlleva la fragilidad de tu cuerpo, no puedes llegar hasta la
altura que miras por tu corta estatura y a pesar de eso quieres cogerlo para
descubrirlo.
Correteas
por toda la casa con la risa como bandera, sabes entender el cariño y descubres
el amor dentro de cada habitación, sueñas por las noches con los sonidos que no
comprendes, con las almohadas que recubren tu cuerpo, con las sábanas que
juegan contigo hasta despertarte por las mañanas abriendo unos ojos que
colorean las mañanas y corretean por todos los mensajes.
Es
la hora de salir a la calle, de encontrar más amplitud en tus experiencias, en
lo que sucede a tu alrededor no más allá de unos metros, solo puedes llegar
hasta los límites de tu mente, de esos pensamientos que en muchas ocasiones no
encuentras palabras pues tu vocabulario es aún pequeño, lo que hace que tengas
todo el espacio para adornar tu lengua y el sonido que esos labios pueden abrir
cada conversación.
Te
escondes tras tus manos para que no te vean, juegas a todo aquello que aparece
a tu alrededor y te acercas para hacerme sentir a través de tu piel la
sencillez de tu persona, de la imagen que todos los días aparece detrás de esta
vida que se ilumina con el Sol y que nos duerme con las estrellas que calientan
cada anochecer dentro del torrente de vida.
Miguel José Carbajosa Gómez
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