Entre tinieblas tenía
la sensación de que todo aparecía dormido, sin ganas de arrancar aunque fuera
la rabia, estaba encantado de llegar hasta este lugar para defender lo que
encuentro en los pensamientos, esa verdad que aparece como lo más importante en
un momento en que no se por donde hablar, con qué entrada puedo comenzar a
sacar todo lo que deseo decir, ese monólogo que aparece y desaparece para abrir
de nuevo la mirada al fondo.
Todo conecta
automáticamente en un fluir que es imposible de poder manejar, como unos hilos
que se mueven ya desde el primer aspecto que pude intuir, esa estrofa que sigue
dando las vueltas necesarias para acceder a los pensamientos, a los sucesos que
se encadenan para formar una escena en la que subirme a la tarima y representarlo
de una manera sencilla, con los nuevos ingredientes de siempre.
Quiero salir de estas
vueltas sin sentido, de todo esta marea que sucede dentro de este mar que se
inunda en los momentos difíciles, son mares que suavizan los sentidos para
acariciar la esperanza, la soledad que siento dentro de mis venas, una sangre
que sigue nutriendo a las células después de haber escuchado los sonidos que
producen cuando circulan por sus cavidades en la oscuridad de una noche que
siempre encuentra los mismos caminos.
Espero para cortejarme
dentro del silencio, una respiración que no puedo conectar con el momento en
que espero una respuesta, una pregunta que sale de mis labios sin el olor de la
rabia, sin el color de unas sensaciones que aparecen y desaparecen en los vaivenes
que surgen de comenzar todo el guión escrito seguramente después de haber
encontrado el camino que todos los días me envuelve.
Miraba la luna llena
esperando que su luz intensa pudiera iluminar todo el campo que aparecía
dormido, como si los ojos siguieran el color de una oscuridad en la que poder
comunicarme con ese espíritu del que siempre escucho los mensajes, el mensajero
que siempre está esperando una noticia en la que llamar a las cosas por un
nombre imposible de poder comprender, pues todos los momentos se llenan de las
verdades necesarias de suceder a otras mucho más verdades.
Sigo encontrando los
montes y los ríos en los sitios por donde mis palabras caminan salvando las
pequeñas piedras que esperan el polvo que levantan los pies, caminar sobre una
tierra seca que al mojarse desaparece el rastro que ahora mismo intento buscar,
seguramente porque algunas lágrimas han dejado de caer en la misma ruta que
ahora marca mi corazón, un corazón latiendo en las nubes que ahora mismo
descargan toda su carga.
Gracias a esta vida que
nos concede una energía desconocida, un dios envuelto en una capa que nos
atrapa en los lagos donde se concentra la mayor expansión de nuestros pasos en
los que dejamos esa huella que inunda el universo, los espacios en negro que
podemos ver entre las estrellas cuando encienden la noche y nos vuelven de
nuevo a encontrar el pasillo estrecho que nos separa de esa muerte que nos hace
renacer de verdad.
Miguel José Carbajosa
Gómez
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