Tus felicidades son palabras que escuchan el
tiempo, los datos que tenemos los humanos para medir los contornos se
construyen durante las veinticuatro horas que encontramos en los relojes para
descubrir que el día y la noche se alternan para que el cielo duerma y después
nos alimente, todo dentro de una esfera dispuesta para que todos los que la
habitan puedan dar la vuelta necesaria en su trocito de vida.
Ese cumpleaños feliz
nos demuestra que son los años de doce meses los que cumplen la alimentación deseada
desde el programa que nos instalaron desde alguna estrella o energía que
apareció en los tiempos que no se miden con esta forma que utilizados entre los
componentes de una humanidad que apareció en el centro de nuestra nada.
Esa nada que dejó
ocupar un espacio relativo para desarrollar un tipo de especie acompañada de un
clima y de un ecosistema en el poder entender la vida, ese aliento que aparece
al formarse cada una de las células que al final componen formas entre las
cuales nos encontramos como la que dirige en ocasiones el futuro de unos
horizontes que aparecen en nuestros límites.
Todo proviene de alguna
fuente, de algo que no entendemos porque es diferente a lo que nuestro
pensamiento nos tiene acostumbrados, toda vez que el pensamiento viene de
formas predeterminada anteriormente por nuestro desarrollo, sino ver cómo damos
contenido a las nubes que aparecen en los cielos cifrando animales o cosas que
han pasado por el registro de la unidad cerebral que nos atiende en los casos
de nuevas situaciones.
Estamos preparados para
lo que la especie va reconociendo, es un aprendizaje que sabemos estudiar para
continuar en nuestro proceso, en las caricias que nos alimentan para
encontrarnos en la felicidad interna, en el agua y al oxígeno con lo que nuestro
cuerpo se alimenta para seguir disfrutando de esa vida que nos añade algo o
alguien, aunque muchas veces queremos poner cara y forma a lo que seguramente
no existe como podamos entender en nuestros límites.
Seguramente lo que nos
rodea es la parte fundamental de ese aliento de vida, pero no llegamos a él por
los sentidos pues son manifestaciones que nos hacen encontrar el entorno y la
profundidad en cada movimiento, en cada respiración, en la luz que penetra por
los ojos o los sonidos que nos encienden el sistema auditivo, pues nuestras
palabras forman esa idea de salir al exterior todo aquello que se construye y
destruye en las actuaciones que ese teatro de papeles repartidos entre todos
formamos para continuar las sociedades que nos contienen.
Ahora mismo vuelvo a
mirar a esa nada que creo ver para definir el estado que genero con los
pensamientos que se escurren por la mente, un silencio que intento acorralar
para poder sentir esa nada que todos podemos imaginar a partir de los sonidos y
de los gustos de nuestro paladar, así como el olor que desprendemos cuando
salimos a ejercitar los músculos de esta forma compuesta por una química
excelente y autónoma.
Miguel José Carbajosa
Gómez
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