Hoy quiero
jugar con las manos, los dedos se entrelazan para adivinar cuál será la
siguiente palabra, todos los redondeles despiertan abriendo su contenido,
emulan a las flores en el encendido del Sol por sus contornos, todo un
escenario desde el que saciar los sentimientos dentro de este enredado que no
ha hecho más que comenzar, por eso esperas jugar conmigo a no entender desde la
mente sino a despertar desde el complejo mundo de un idioma.
Las letras
esperan tranquilas dentro de cada uno de sus cajones, son los pensamientos los
que intentan ganar la batalla y salir a la luz en cualquiera de sus posiciones,
pero el corazón deshace los contenidos y sale desnudo a encontrar el
sentimiento, poner eso que pueda comprender dentro de cada uno lo que sucede
cuando nos dejamos llevar con los ojos cerrados, con esos ojos que se nos abren
dentro del tesoro que se escondió cuando dejamos de ser niños.
Aunque los
niños juegan todos los días, estos mayores nos transformamos y comenzamos
nuestros juegos con algo de malicia para adoctrinarnos en la sociedad que hace
desarrollar una imaginación muy contenida, no es la alegría que inunda con
risas los pequeños grupos de pequeños que deambulan por los parques, los
chiquitines que aprenden una palabra y la repiten hasta encontrar la siguiente
que les hace ver como los mayores pueden entenderles y comenzar esa
comunicación que hasta ese momento solamente se hacía con el corazón.
Perdemos
esa conexión o simplemente transformamos las cosas en formas coloreadas en las
que pintarlas hace deshacer con su forma la esencia misma de esos momentos en
que enredador en su querer andar pueden mirarnos y no entender como si fuera
otro idioma, pero en realidad su idioma lo tenemos guardado dentro de nosotros,
no se donde ni si tiene un lugar predeterminado, lo que si puedo conectar es
cuando juego en su misma estatura, cuando me agacho para igualar la diferencia
que la altura hace desafiar la madurez de esa tierna infancia.
Que estas
palabras se conectan es posible, pero lo que importa es el mensaje entre los
huecos que dejan la reflexión, la mente se entromete para desearme que tenga
más imaginación, pero realmente esos huecos dicen mucho del momento, esos
segundos que ya han pasado y que me trasladaron a la irrealidad de unos sueños,
de contenidos que tenemos emergiendo a cada momento, en cada una de las
ventanas que aparecen en el exterior de los armarios, en las rendijas de los
muros, en todos y cada uno de los paréntesis que aparecen alejados de una
realidad infantil.
Me inundo
de la tecnología que nuestra energía contiene, sigo adelante en ese aliento de
vida que nos transmite todo lo más importante, me alejo de esta esfera y siento
que ese dios a los que inundan con las profecías y contenidos de forma y figura
no es más que una energía que surgió de una nada, una nada que no comprendemos
y desde la que se formaron todo lo que actualmente está guardado en todas las
estrellas de la noche.
Miguel José Carbajosa Gómez
|