Febrero del 2016
MI DESPERTAR - 29.2.2016
Vives entre el sueño de cada noche y las pasiones de cada
mañana, sientes dentro que algo se mueve, que algo gira a tu alrededor sin
entender sus palabras, sus mensajes que encuentras en las gotas que provienen
de sus lágrimas, así puedes llegar hasta su conjunto y desarrollar aquellas
sensaciones derivadas de un nacimiento fuera de tu lugar, en los aledaños de un
futuro que jamás podrás volver a escuchar.
Aquí viene lo importante que se desarrolla en actos, una obra
que dentro de un gran teatro como eres tú puede llegar a triunfar aunque nadie
se entere de ella, aunque las butacas se encuentren vacías mientras sales a
escena y te envuelves en las frases que seguramente has escuchado en lo más
alto de las montañas y en lo más bajo de las riveras, esas letras que componían
bajo los fríos del verano y los calores del invierno.
Quieres dar la vuelta al mundo y no entiendes que no se puede
ver del revés, solamente se puede sacar lo de dentro afuera y lo de afuera
guardarlo en el interior que todos los días encuentras llegando a casa, en las
habitaciones por donde paseas en los días de lluvia para ver humedecer unos
techos que se secan con el paso de las llamadas, con el giro de las vueltas que
la tierra da al Sol.
Un Sol que renace de sus tormentas entre las miradas de aquellos
que se acuestan en la arena de las playas por donde pasa, en los laterales de
las aceras por las que sigues despierto entre los algodones que te protegen,
una marea que se desborda en los terremotos de tu piel, en los grosores de unas
placas que siguen llegando hasta el final para volver de nuevo a rebrotar la
tierra bajo sus pies.
Es la hora que no tenemos en los relojes, la niebla que se encuentra
en los balcones entrando a la calle, la sequedad que los desiertos producen en
tus labios, en la saliva que recoges todos los segundos siguientes a beber
tantos postres, tantos montones de una hoja tierna y recargada por los tributos
que la tierra puede entregar dentro de los filamentos que se quedan incrustados
dentro de aquel lugar por donde pasabas sin sentir las piedras.
Miguel José Carbajosa Gómez
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Publicado por Miguel José Carbajosa Gómez el 29 de Febrero, 2016, 17:30
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MI DESPERTAR - 25.2.2016
Jugando entre
pensamientos descubro cómo pudiste acercarte a las palabras, como subías por
las consonantes para seguir entre las preposiciones sin dejarte de lado los
verbos, acciones que encontrabas cuando tu mirada dibujaba aquellas sesiones en
las que junto al silencio se encontraba una pasión, unos besos, algunos vasos
de agua y muchas respiraciones en las que dejábamos salir aquellas maravillas
que después nos alentaron para continuar con nuevas prácticas.
Salimos del restaurante
después de haber paladeado en las copas unos abrazos que surgieron de los menús
entre los que no sabíamos elegir, de un vino que encontramos perdido en una
mesa que también nos acompañaba y de mucha fruta esperando ser elegida como la
mejor entre todas las candidatas que seguían esperando en el cestillo que nos
trajeron cuando llamaste de nuevo al camarero.
Eran las cuatro de una
madrugada muy fría y eso que el lugar estaba resguardado por el mar, esas olas
que en la oscuridad trataban de llegar hasta nosotros, que seguían esforzando
su fuerza para encontrarnos en algún lugar por donde la arena nos empapara, un
frío que hacía unir las dos pieles que trataban de escuchar aquellos romances
de la canción que se terminaba antes de llegar al siguiente beso.
Dormimos en una cama
diferente, una habitación donde las letras se escondían entre nuestras lenguas,
donde nos perdíamos tranquilamente en un pequeño sueño que nos volvía a
despertar para descubrir que estábamos al otro lado, que no era verdad lo que
nos contaron que cuando alguien muere se marcha al cielo, pues el cielo estaba
en el colchón, en esa espuma que seguía soportando el murmullo de unas palabras
que volvían a desaparecer.
Ahora me levanto de
otra habitación inexplicable, de unas sábanas que se acordarán de mi piel por
el color de las caricias y el sabor de estos abrazos entre los que
desaparecías, volvías a venir y después marchabas por alguna puerta que no
podía ver, así es como pude resucitar aquella fotografía que no dejo de mirar
todas las tardes antes de marchar a la
muerte que nos dejó tirados en una carretera cercana sin poder volver a
subirnos a nuestros cuerpos que siguen enterrados entre tantos recuerdos
borrando toda huella de la forma que nos regaló la vida.
Miguel José Carbajosa Gómez
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Publicado por Miguel José Carbajosa Gómez el 25 de Febrero, 2016, 9:37
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MI DESPERTAR - 22.2.2016
Me cierras las puertas
de tu corazón por haberte robado el viento que sentías entre tus rejas,
asciendes sobre una montaña para verme en la lejanía de una puesta de Sol
ardiendo sobre mi cuerpo, sigues las estrellas que se rompieron cuando tus
labios saciaban la sed con esa rabia que escuchabas en el corazón que antes
habías cerrado completamente a cualquier palabra, comienzas a dejarte la piel
entre pensamientos que se acercaban en cualquiera de las fotos que pasaban por
tu mente y borrabas todo el rastro de un carmín pasado de fecha.
Es la consecuencia de
esos errores que dejamos en el aire, que vuelan sin salir por las ventanas de
la vida y se incrustan dentro de la piel para recorrer miles de kilómetros por
las venas oscuras, por los intestinos donde se destruyen los pasados que no quieres
recuperar, las alejadas imágenes que sabías te habían roto la vida, esa vida
que no comprendes te está avisando de muchos regalos en los que no quieres
abrir sus lazos, así recorres estos años pasando el frío de la oscuridad entre
los algodones que no sientes bajo tus pies.
Se que hay una culpa
pero no es del todo mía, tampoco es toda tuya, solo que no vimos la gran ola
que nos derrumbó en una noche por la que pasaron todos los terremotos, una
noche que siguió a la escena que no dejas pasar, que repites una y otra vez
para ver aquellos mensajes que grabaste dentro de una memoria que te pasa
factura por las arrugas de una piel que sigue esperando explicar lo que nunca
se podrá interpretar.
Hay que perdonarse en
primera persona para salir de los mismos bailes, de las mismas amenazas con las
que el ego nos persigue en el silencio de las memorias, perdonarse por haber
paseado por estos lugares y no haber sabido oler el aroma de las flores, no
encontrar los árboles delante de los caminos ni los olores que nos regala
cualquier clima que aparecen frente a nosotros, parques por los que paseamos
por encima sin dejarnos aconsejar por sus colores y sabores.
Yo tuve un tiempo en
que sentía por tus lados, en que todo aquello fue maravilloso, pero después de
la tormenta salimos despedidos de una sanación que cada uno tenía que aceptar,
que los dos llegamos al abismo que se abrió como una brecha en los corazones y
que después nos llamó para escuchar lo que cada cuerpo manifestaba, lo que
ahora podemos razonar aunque los motivos siempre estarán viciados, quizás por
no saber hacerlo de otra forma, pero así actuamos, los seres humanos aprenden
de estas conductas que nos abren de nuevo el camino de la libertad.
Gracias a todos los
que siguen por sus rutas abriendo o cerrando ventanas, seguro que siempre
estamos en la misma onda aunque la niebla nos deje lágrimas en las manos y
llagas en el corazón.
Miguel José Carbajosa Gómez
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Publicado por Miguel José Carbajosa Gómez el 22 de Febrero, 2016, 18:30
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MI DESPERTAR - 20.2.2016
Me llenas de un placer que me desborda, intento no acercarme porque me pueden los instintos, es como si no fueras de este mundo, me gustas y esa impresión me relaja a la vez que me incita a comprender lo que siento por ti, un ser humano dentro de la piel de una forma que dibuja el contenido de mi gusto, de esa imagen que pintamos desde pequeños y que nunca entenderemos porqué se quedo grabada, porque ahora resuena con el contenido de esta conversación.
Subes y bajas de mis pensamientos en marcha, como si perdieras el tren y en el último segundo pudieras sujetarte a la puerta que abres rápidamente y te subes por los pasillos buscando el asiento que tenías guardado, ese asiento que te lleva a una conversación en uno de los millones de viajes que realizas cada día en esos trenes que carecen de vías, que viajan a una velocidad inimaginable para nuestra mente, pero donde me hablas y hablas hasta dormir tu lengua.
Tenía ganas de escucharte en la nueva habitación, rodeada de todo los sabores tuyos, impregnada de la misma esencia que me hizo conocer con tus mismas manos, aquellos mensajes que aparecían entre unas lágrimas imposible de retirar, aquellas tardes que comenzaban por mañanas y que siguieron a lo largo de muchos años viéndote nacer y morir en muchos momentos, ahora incluso volver a nacer donde nacíste sin la estrella que guiabas por los amaneceres que te dejaron sola.
Eres tan fuerte como una columna inmensa, tan amosorosa como nadie haya podido entrar por mis venas, sensual hasta límites imposibles de escribir, amiga de aquellos sentimientos que podemos intercambiar en las conversaciones que nadie sabría colorear, pintar con nuevas palabras algo que sentimos desde mucho tiempo y que no destruye las relaciones personales que mantenemos con nuestras parejas, simplemente sentir ese cariño que nos hace estar en el mismo puerto.
Nadar en las mismas playas, cantar en las mismas letras que se componen de muchos versos diferentes a la prosa, unos poemas que entendemos con los ojos cerrados en nuestra desnudez, en esos cánticos que abren nuevas ventanas en imposibles lugares por los que acceder de noche, en esas salidas que nos dejan a lo largo de los años los miles de abrazos que tenemos por delante de nosotros mismos.
Gracias por estar en mi camino,
Miguel José Carbajosa Gómez
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Publicado por Miguel José Carbajosa Gómez el 20 de Febrero, 2016, 9:44
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MI DESPERTAR - 18.2.2016
Siento en
tus abrazos la bondad de tu alma, la transparencia de tu esencia entre el
aliento de vida que nos recorre por dentro, una maravilla derivada del milagro
que supone la vida, una forma que seguramente será diferente en otros mundos,
en otros planetas que componen la música de unos cuerpos eternos en la sinfonía
que sin tiempo ni forma ocupa el espacio interestelar, lo oscuro en una noche
donde la Luna intenta iluminar nuestra sombra.
Apareces por
el corto pasillo que me introduce en tu forma, en un rostro que acaricia la
simpatía entre unos pasos que se aceleran sin dejarse llevar por los
pensamientos, veo por la sensación que produce en mis ojos un cariño que sigue
intacto desde que nos conocimos, desde aquella sonrisa que encontraba en tus
palabras, en las frases que me hacía saber que eras parte de ese universo
maravilloso que construye tu familia.
Es la hora
en que un despertar aparece en el horizonte del camino, escuchando como el
polvo de la arena al pisarla deja una nube sedienta de sed, de unas gotas que
el cielo parece guardar, esas tormentas que luego se pasean lentamente para
dejar las llanuras colmadas de charcos, de goterones que después se marchan al
salir la fuerza del calor que un Sol expectante encuentra al salir entre sus
algodones.
Quería con
estas palabras que escucharas el silencio que muchas veces no sabemos
interpretar, un escenario en el que casi siempre es difícil enumerar con las letras
que el idioma nos entrega, letras que acompañan a las canciones que tarareamos
al volante de nuestro auto, en la carrera que iniciamos todas las mañanas para
ir al trabajo, para volver de alguna actividad, para sentarnos a continuar
nuestra tarea.
Una tarea
que se abre por los finales del día anterior, que se inicia siempre después de
un fin para dar vida a un principio, a un nacimiento que surgirá sin
entenderlo, pues en ese momento entra a trabajar la mente, el ego que sigue
durmiendo gracias a muchos recuerdos que desaparecen en la oscuridad del
pensamiento, así es como se implica el ser humano para dejar de lado los
problemas, no darlos de comer sino dejarlos aparcados como el auto en cualquier
espacio libre.
Es la hora,
llegaron todos a la reunión y empiezo a mirar a los lados, al frente donde el
Sol sigue subiendo y abandonando unas nubes que parecían esconderlo, y entre
todo la ciudad, las arterias con los colores rojos de quiénes aún no han
llegado a su puerto, las aceras escuchando muchos pasos que siguen perdidos,
unos rostros que se alejan del frío para encontrarse en conversaciones que les
hacen seguir vivos, continuar el camino que un día les descubría el horizonte
en sus manos.
Miguel José Carbajosa Gómez
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Publicado por Miguel José Carbajosa Gómez el 18 de Febrero, 2016, 9:14
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