MI DESPERTAR - 28.4.2015
Vacías las sonrisas de un pequeño rostro que imaginas pendiente de tus gestos, de las risas que completan los guiones en los que se había descrito un futuro que en cada segundo va cambiando, se va transformando lentamente hasta continuar sellando en los bordes de estas palabras que nunca escucharás de unos labios que se cerraron hace muchas noches.
Puedo encender todas las velas que acarician la oscuridad de la habitación, el sonido de las sábanas al levantarse de la siesta, los pasos que van contando los arcos de unas puertas que se cierran cuando las paredes duermen en las vigas que entre el suelo y el techo cubren el espacio que ahora se encuentra vivo.
Unos toquecitos de estas manos en las plantas de los pies animan a caminar hasta la otra sala, un espacio entre el cielo azul de las estrellas que viajan por las noches y la mampara que oscurece los peldaños de la escalera hacia la que miras cuando llegas tarde de visitar a tus amigos.
Solo ante el espejo vas dejando caer la ropa que llevabas por el día, ese traje que cubría tu cuerpo y que se ceñía en tu espalda para que la piel pudiera encontrarse refugiada dentro de tus miedos, de tus silencios que tantas veces escuchas, de una respiración imposible cuando vuelves a encontrar la imagen que siempre has soñado cumplir.
El pequeño rostro sigue en su esquina, parado con las manos descansando, con los ojos abiertos ante el murmullo de unas zapatillas que dejan la goma golpear los suelos por donde corre la vida, esos lugares que se mezclan con las habitaciones, con los senderos que comprenden como si fuera un lenguaje diferente.
Lenguaje que puedes traducir cuando tus labios empujan aquellas sílabas que no conocías, sílabas que pueden abrir las puertas que ahora componen el mosaico de esta vivienda en la que todos los días puedes viajar a los sueños, volver de nuevo a la vida y continuar con estos mensajes para descubrir tu grandeza.
Esa fuerza interior que cubre tu cuerpo hasta la zona inmaterial, esa materia que se descompone cuando la sangre se detiene, cuando los movimientos dejan de producirse, fuerza que dentro de este alma que ahora se asoma para comprobar cómo el corazón deja esas palabras de lo que nunca puedo describir, por lo que me dejo sentir entre las líneas que nunca puedes ver cuando mis ventanas intentas abrir desde fuera.
Miguel José Carbajosa Gómez
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Publicado por Miguel José Carbajosa Gómez el 28 de Abril, 2015, 17:54
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