Cuentame cómo dejaste tu piel en el armario, cuando los botones se fueron desprendiendo de tus venas, en que instante aparecíste en la deznudez que tus huesos fueron formando a lo largo de esta relación, un tiempo en que pasamos juntos los primeros años en el atardecer de la paz, de la concordia entre aquellos pueblos que se unieron en matrimonio sin dudar lo más mínimo de cada uno de nosotros.
Se que andabamos cambiando de armarios, que las perchas que aparecieron detras de las puertas de madera se fueron llenando de veladas en colores, unos trajes negros, los zapatos que salían por debajo de la falda, una piel que surgía de la redondez de tu pecho, las venas que sentían los besos en el cuello que sujetaba la preciosa mente en la que nos encerramos muchos amaneceres.
La piel entre los rayos del sol y las almohadas de estos sueños que ahora pasean por mis manos, aquellas que recorrían los metros de una sensación de calor, de un frío que nos llenaba los vasos para dejar que los licores llegaran hasta el corazón pasando por las venas, esas tinieblas que coloreaban tus ojos, los labios que cerraban el sonido de tu respiración, la nariz que se frotaba en el espejo de aquella mirada.
Todo nacía de un mundo en el que solo estámos los dos, luego fueron llegando otros, diferentes a lo que hablábamos en aquellas palabras sin letras, entre la miel y el azúcar que nuestros besos deshacían las frases en las que viajamos a lugares lejanos, a serenos parajes entre la montaña y el valle que nos habitaba cada siesta, esos pajarillos que se escondían entre las ramas para viajar con nosotros a un mundo diferente.
O quizás lo diferente era la acústica de la música, los acordes que nuestros cuerpos formaban en las canciones que el viento traducía y las ardillas llevaban en su boca de rama en rama, siempre empujando con sus patas la distancia que encontraban al volver de nuevo a mirar la profundidad del amor, un amor que no se escribe con navajas en los árboles, sino con la conciencia de estar juntos en esta misma aventura.
Miguel José Carbajosa Gómez.
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