Subes cuando esperas estar encima, por esa altura que los demás nos parecen más pequeños, unos peldaños que se hacen imposibles de sostener, algo que parece ser un gran reino que termina siempre después de haber surgido de entre los vivos.
Es como la espuma del jabón, que rezuma el contenedor donde se deposita pero que poco a poco van volatilizando las burbujas que forman la espesa capa en la que todo se envuelve, pero que cuando cada una se vuelve aire dejamos ver el contenido que estaba debajo.
El poder es realmente subir hacia las alturas, quizás sin que podamos ver los tronos ni las pirámides, pero poco a poco conseguir que los demás supervivientes se nutrán de la sabiduría de aquellos que se instalan en la verdad, su verdad que llegan a sugerir que es la única desde la que se puede servir a los ciudadanos.
Esa verdad que mate en nombre de dioses, verdad que construye palacios inexpugnables, que destruye la noble naturaleza para surgir de la nada unas ciudades que completan sus normas, esa verdad que todos los días nos recuerdan en beneficio de todos y para todos.
Pero son pocos los que están por encima de ese jabón que se instala en los lagos, verdades que instruyen diccionarios para que las palabras sean lo principal de la vida diaria, para que podamos discernir aquello que está bien y lo que no está en esas normas, un juicio que divide para completar la acción del soberano.
Veo cada día en las noticias como todo gira en torno a lo mismo, a repetir y volver a repetir los errores que nos hacen construir después de destruir por toda esa filosofía, por todos esos dogmas, por todos los paradigmas que incluyen al pueblo, a los soldados de unos defensores, a las guerras que nos ayudan a exterminar a quiénes se marchan de las normas, en definitiva, a sufrir fuera de los márgenes del amor y la convivencia.
Es por ello que cada día se puede cambar, se puede transformar sin ser un pedestal diferente, solo con las actitudes de cada uno, con el amor que fluye del interior, con la aceptación y el perdón, con la mirada en ese punto en el que todo es nada, podemos construir un futuro que nos está esperando, solo hay que empezar a mirar ese punto que dentro de nosotros nos llama en cada palabra que se deja de escribir y de pensar.
Miguel José Carbajosa Gómez
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