Espero tus abrazos entre la pequeña distancia que nos separa, simplemente un abrazo que es el motivo por el que me despierto en otros brazos, una luz que enciende la mañana para despertarme del largo sueño en el que pude encontrarte, un camino que estaba fresco para disfrutar de tu compañía aunque sea en estos lugares desde los que nuestros pasos hacen un escenario de sombras y encuentros.
Tomamos las palabras para comunicarnos, pero algo dentro de nuestras venas escucha el latido de un corazón que no está dentro de mi mundo, siento que pude ver tu rostro aunque esa careta es la que ahora llevas puesta desde que el viento nos dejó en motivos diferentes, siempre desde el amor que nos une sin entender cómo podemos comunicarnos en estos silencios que nos escuchan.
Paseas por mis lados, puedes asomarte a la plataforma desde donde dirijo mi vida, puedes acostumbrarte a que mis palabras se dejen proyectar por los renglones desde los que sienten la vida, con los puntos y aparte que te hacen respirar para continuar escuchando lo que hace millones de silencios pudiste dibujar con estos labios que ahora esperan un nuevo te quiero.
No es nuevo y lo sabes, pues el te quiero es el mismo que nació sin entenderlo, sin dejarnos atrapar por los pensamientos que nos llevaban a juntar nuestros cuerpos, el lugar hizo que ellos se alejaran para no caer por las rampas del infierno, infierno que no quema, que no castiga, simplemente un infierno que nace en el pensamiento y se distribuye por unas arterias que iluminan toda la batalla.
Desde estas mareas, siempre contemplando tempestades y los vientos que soplan para alejar las miradas de aquellos que buscan escondites entre las piedras, quería que volvieras a recordar aquellas mañanas en que desde la segunda fila podíamos escuchar las miradas y ver como las manos hablaban de una historia que habíamos escrito en otra vida, quizás en otro escenario con protagonistas que aún no hemos podido descifrar, pero algo teníamos que ver y escuchar para dejarnos llevar de nuevo por un camino desconocido.
Un beso en esos labios que se despidieron hasta la próxima respiración que encontramos debajo de cada almohada.
Gracias.
Miguel José Carbajosa Gómez
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