Encuentro en tu mirada el amor que de pequeño sentía cuando tus manos me llamaban, cuando tu pecho encendía la mañana y los besos grababan aquellos sonidos que fueron descubriendo que había un mundo donde la forma tomaba el sentido que mi vida pudo comprobar cuando tus labios se despidieron en una soledad en la que tuvimos juntos el protagonismo de nuestra historia escrita en las páginas del corazón.
Desde la cajita de palabras donde rebusco cada día los mensajes que escondía cuando tus calores encendían el fuego eterno en el que te sentía más cerca, encuentro las letras que siguieron a las caricias que ponías en mi piel, que traspasaban los músculos para rodear todo mi cuerpo en los abrazos que ahora vuelvo a colocar en la pantalla de las imágenes.
Salen muchas palabras de las que me gustan utilizar para colorear aquellos momentos en que las contracciones pudieron dar a luz la vida, una nueva aventura que desembarcaba entre tu mirada y el amor que salía por tus poros, la fuerza que dejabas en aquellos momentos para recordar cómo viniste a este mundo de formas, esencias que viajan por mundos que no conocemos pero que están a nuestro lado, a ese otro lado que muchas veces intentamos tocar.
Pero realmente no podemos pues la esencia es el espíritu que completa la gran obra maestra de la vida, ese aliento de la vida que construye todo lo que nos rodea, la naturaleza como base para nuestro gozo, las sociedades donde comenzamos a dar nuestros primeros pasos, la historia con la que reconocer el trabajo de los que nos precedieron, la realidad que sucede todos los días para comprender que no es lo más importante, sino que en verdad todos tenemos un mensaje dentro que debemos rebuscar en cualquier momento.
Y el morir, no es el fin sino el medio desde el que poder volver de nuevo, empezar otro día, otra realidad que supone seguir construyendo el mundo que nos dejaron para disfrutarlo, pero sabiendo que en los errores podemos descubrir el fondo transparente que dibujan las aguas del cielo y las nubes de los mares, en definitiva, el maravilloso sentido de vivir, vivos.
Miguel José Carbajosa Gómez
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