Como todos los ocho de marzo, la mente me recuerda tu cumpleaños, son palabras que encienden aquellas imágenes en un lugar donde la mañana se hacía larga, donde los saludos extendían la jornada que terminaba en el cansancio de muchos papeles que se transmitían por todos los rincones posibles, charlas que coíncidían con el caminar por los pasillos y las gracietas que aparecían y desaparecían en los tornos al marchar.
Recuerdo que pasamos juntos una media vida, un cielo que se abría de par en par en conversaciones de un cambio profundo, de una luz que iluminaba los rostros sabiendo que no comprendíamos porqué nos unieron tantos proyectos, tu vivías dentro de una burbuja que te hacía restar y sumar sentimientos en los que te perdías y podías caminar arrastrando con tu fuerza lo que algunos eran incapaces de poder escuchar.
Sabíamos que nuestras vidas estaban por delante y desayunamos nuestras primeras tostadas en la libertad de abrirnos sin tapujos, hasta te veía los ojos cuando me decías que levantara la cabeza, cuando tus palabras me llegaban tan dentro que sentía en nuestro corazón todo el tiempo que pasamos juntos, en el revuelto de aquellos momentos, después que mi marcha te hiciera escucharme en la distancia, de ver cómo cuando partía para esta playa me dejabas unos bellos versos que me hacían ser más consciente que dejaba en la distancia un cariño tan sincero que sigue encendiendo este ocho de marzo.
Ahora con el reto por delante de estar donde me gusta, donde siento el amor mucho más limpio como el aire, el silencio más profundo como tus palabras en aquellas veladas que nos hacían reir hasta entregarnos a la vida sin tener que encontrar el calor de nuestra piel, simplemente abrirnos en la sinceridad de esa amistad que siento por tí y por la forma en como sigues viendo como mujer libre, como una tierna precsiosidad a la que los años le hacen embellecer como siempre has iluminado el cielo de los colores de tus vestidos, zapatos, bolsos y besos en los que grababas esta historia que sigue viva años después de un lugar de trabajo.
Quería desearte en la fe de saber que sigues libre, la felicidad que me dejaste en tus miradas, la alegría de sentir que entendías que mi camino estaba aquí, de comprender que la vida es mucho más que un horario de trabajo y que las compañeras realmente son la esencia que te hace ver lo que llevas en el corazón, por eso el tiempo hace que las puertas no existan y que las fronteras siguan alejadas de aquellos miedos que lentamente te hacen ser una experta en reirte de la vida, en ser lo que realmente has venido a ser, mujer, madre y amante con una grandeza que cada una lleva dentro de esos ojos que los vuelve locos a todos.
Un montón de besos Mía, Amelia, amiga.........
Miguel José Carbajosa Gómez
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