Hay que ser valiente con los engaños, escuchar el silencio para decidir sobre lo más conveniente, entregarse a uno mismo para aprender a dirigir los esfuerzos necesarios para poder seguir adelante con la mirada puesta en la seguridad de uno mismo.
Los seres humanos venimos como un cd virgen, nuestra mente se encuentra libre de toda programación, la experiencia no existe en los primeros días que nadamos en la placenta, aquellos ojos que se abren a la vida después de haber salido del nido, son los primeros mensajes que entran por el canal de los sentidos que nos hacen encontrar todo lo que la sociedad imprime en sus individuos.
Palabras y más palabras rodean al niño, imágenes de diferentes tamaños, de colores muy diversos, de aventuras que puedan no repetirse nunca, de personajes que interfieren en la libre voluntad de quiénes llegan a vivir en el tiempo de espera, lenguajes que nos hacen diferentes, paisajes que encierran el sentido de quiénes esperan volver a morir para encender de nuevo la vida en seguir adelante.
Escucho el calor del te verde en mi mesa, para dejar que los ojos caminen de nuevo por estas palabras para recordar el pasado de un alma que ha llegado de nuevo al mismo círculo para dejar de dar las vueltas necesarias que hacen falta en desintegrar creencias que se grabaron junto a unos momentos que dejan libres lágrimas de alegría.
Amor incondicional, amor fraternal, amor puro, sentimiento que encierra el mensaje de cada dios, el sonido de un silencio que abre cada mañana los sueños que llegamos a compartir con las palabras que nacen de los despertares de los millones de seres del universo en ese afan por encontrar la grandeza inmensa que no somos capaces de asimilar cuando nos encerramos en los límites de este cuerpo, en los límites de lo limitado, en la fuerza interior que es la vida, la verdad, o la nada, o el todo.
Miguel José
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