Fin de semana perfecto para enviar de nuevo otro mensaje, leer después de escribir aquello que tenga que venir, dejar sentado el postulado que la pregunta hacía reconocer, mirar atrás para esculpir la imagen que ella me dejaba en la oscuridad de no poder decir que lo había escondido para que en su búsqueda pudiéramos haber merecido ser sinceros.
Palabras, frases que nacen, frases que destruyen, luces que se mueven al ritmo de una música en donde los cristales hacen de pared con tantas gotas de una lluvia que parece querer meterse dentro de esta habitación, pasar la frontera de lo invisible para empapar de su mensaje a quien espera paciente que pueda abrir de nuevo la ventana a una noche de luna llena.
Porque no es luna sino estrella, no es estrella sino lunar de una cara azul, de un cielo que se entrega cada nochea dejarnos humear el aliento de este frío que por un invierno cualquiera pasan de nuevo los horizontes que cumplimos sin dejar recibo ni factura.
Ella me espera dentro de su linaje, de la familia en la que se construyó, como todos vamos caminando, para empezar a describir lo que quería, lo que había esperado de mis acordes en esta guitarra que voy contruyendo con las cuerdas de esta voz para que alguien, desde los espacios vacíos del firmamento, pueda traducir en idiomas que nunca podremos conocer.
Llegan juntos desde la galaxia, desde Andrómeda y la Via Láctea, desde Saturno hasta Júpiter, pasando por Marte, como estaciones en esta vida que pasa pueda encontrar el itinerario que mas me conviene para poderos decir que estoy perdido en el amor, amor que puedo encontrar con solo escuchar mi corazón, corazón que todos podemos ver encendido a cada murmullo de sangre que contiene la vida necesaria para poder continuar con este trabajo.
Miguel José
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