Vendrás por la llanura después de girar a la derecha, encufando el plano que va construyendo la ruta hasta mi sueño, por las vías que adelantas y aquietas con los pies, por las luces que encuentras delante y que detrás informas de donde vas, pues desde que te conocí has llegado hasta mí como yo viajo hasta tí.
Son los lugares los que nos encuentran, los que dejan un pequeño hueco para que pasemos, esperemos, durmamos después de haber llenado nuestro estómago y ponernos en la puerta de salida para seguir delirando en estas palabras que cambiamos con quién aparece en otro muro.
Vemos los columpios donde los niños se van haciendo mayores, donde los mayores empujamos a quiénes encuentran en la primera edad el inicio de los juegos que aparecen en las historias de unos períodicos en una primera plana juzgando con firmeza errores que son simple experiencias que han llegado a las manos que debían de escucharlos.
Volvamos el mundo del revés, dejemos que el amor sea el primer Oscar a recibir, que la cordialidad, la fraternidad y el sentimiento de querer inunde las carteleras de cines y teatros, que desborden las series de televisiones y radios, que encontremos la bondad en los otros, en los seres que nos acompañan porque nosotros también acompañamos.
Dejar salir de nuestros cuerpos los miedos, las culpas, los dolores que aparecen desde el mismo momento en que jugamos en la escuela a papás y mamás, a buenos y malos, a mejores y peores, a listos y a tontos, porque desde la igualdad, desde la unidad de que todos somos uno, uno solo que comprende a todos, poder volver el color de los cielos a el arco iris que completa el maravilloso templo interior que nos aguarda cada vida, cada año, cada mes, cada hoy.
Miguel José
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