Soy padre, soy padre, ha nacido en un hospital un diez de febrero, ha sida niña, una preciosad de chiquilla, un bombón cubierto de amor en su cara, en su pequeño cuerpo que se movía de alegría por haber llegado de nuevo, por encontrar unos ojos que esperaban ver la obra de la vida, la maravilla de encarnarse en una de las máquinas que cubren la corteza de este planeta, que llamamos tierra.
Tierra y arcilla son elementos que construyen casas, casas que cubren los cielos para guardar los sueños, sueños que viajan por los pensamientos para construir los caminos, caminos que esperan los suspiros de quíenes llegan y van, van de la mano juntos cuando mi niña nació.
Son treinta y tres años desde que otro diez de febrero veía, al fin, ese proyecto que parecía difícil, imposible e incierto, un proyecto de lo que ahora es una mujer, otro ser humano imperfecto, otro ser humano escondido entre sus miedos, en el amor que irradia de su interior, del templo bendito que lleva a todos los lados, de la ilusión de haber podido ver cómo el mundo la esperaba.
Viaja por sus caminos, caminos que nos separaron hace cinco años, la quiero con la misma fuerza y alegría que a su hermano, pequeñín que llegó a los cuatro años y medio, pero que ahora queda fuera de estas palabras porque su día es otro, y de veras que merece la pena ser el constructor, junto con la arquitecta que dejó su vientre, juntos ella y yo, yo y ella, para sentir la verdad en nosotros mismos.
Hija, de veras que quise a tu madre, de veras que no tengo que explicarte nada porque no hay nada que explicar, de veras que es mi verdad y si no la entiendes no pasa nada, simplemte hemos de seguir por los caminos que elegimos para adentrarnos en nuestra verdad, en el silencio que nuestro Dios, el Dios que llevamos dentro, y andar por donde sabemos que estamos de acuerdo.
Con tu mirada, la mirada de amor que encuentro cada vez que veo tu foto, me alegra inmensamente de haber contribuido a continuar la especie, a saber que los hijos hay que dejarlos marchar, a entender que el amor continúa por las mismas venas, a esperar que el tiempo llega a encontrarnos, a mirar desde este lugar que mi amor es un amor por todo, es un amor completo, es el amor incondicional donde no espera nada, simplemente das, y por el hecho de dar te sientes libre, libre de las mentiras que nos contamos a nosotros mismos para poder dignificar cada historia.
Gracias, corazón, gracias por estas palabras y por haber llamado a estas manos, que tantas ganas tienen de pulsar las teclas, y entregarle el manuscrito que comparto con quien en algún instante pueda ver estas manos desnudas que llegaron del cielo o del universo para marchar de nuevo en la nave de un alma.
Namaste.
Miguel José
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