Os lo aseguro que voy ciego por la vida, que me muevo por el parque y no veo las flores, que camino por la acera y no veo quien se cruza ante mi paseo matinal, ni siquiera al cruzar la calle percibo el color diferente de la pared que distribuye los edificios que siguen escuchando mis pasos, pasos que voy perdiendo sin encontrar ningún sentido.
Cuando comienzo a correr, los pies desaparecen de mi vista, es la imagen distorsionada de aquello que viene hacia mí, de los objetos que voy evitando para conseguir mayor velocidad, para bajarme de los cielos y perderme rápidamente entre el barullo de las calles que siguen sin entender qué sucede en mi mente.
Yo tampoco lo se, no se que sucede para que acelere, para que este a punto de caer, para que las aceras se convierten en pistas de carreras sin numeración, para que las farolas y árboles sean obstáculos a regatear diligente y rabiosamente, entre tanto que mi pensamiento desaparece con la velocidad del viento y la arena convierte en polvo el rastro que voy dejando atrás.
Se que estoy huyendo, que no deseo volver a el pasado, que me duele mucho estár aquí y ahora, que quiero llegar cuanto antes al futuro, al ese horizonte que sigue en el mismo sitio, a la línea que ahora se ha dibujado para perderse más adelante, al inmenso dolor que va constriñiendo este corazón desde el que intento encontraros.
Porque no encuentro al Ser que hay en mí, y por más que corro, por mas que acelero, se me escapa, se me va de las manos, no puedo abrazarle, mi dolor aumenta y sigo dejando atrás aquellos momentos en que sus labios escuchaban mis sonrisas, pero lo he perdido, se ha marchado antes de que yo amaneciera y no puedo buscarlo, no puedo oler el rastro que ha dejado, no se quien soy ni porqué espero encontrarlo en aquellos callejones, en los caminos solitarios, en los valles hasta los que he caido reventado de tanto buscar.
Porque cuando busco me pierdo, cuando me pierdo, sufro y cuando sufro, muero, y morir es la dimensión desde la que poder volver de nuevo a la vida, la dimensión desde la que encontrar a mi Yo y entregarme a su aliento, que es mi aliento, el aliento de vida que me devuelve a la semilla, al embrión que un Díos separó de su Ser, a Ser...
Miguel José
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