El catarro de mi compañera supone una noticia desde la que compañeros se reúnen a su alrededor para manifestar su preocupación, miradas que preocupan saber si la enfermedad puede arrinconar en unas semanas a quien todos los días comparte las horas y empleo en un equipo donde las mañanas supone su vida.
La escucho con voz ronca, sus cuerdas vocales siguen trabajando en reparar la avería, los góblulos blancos siguen multiplicandose para parar la inundación de bacterias que siguen en el mismo lugar posicionando su campamento para proseguir con la invasión que ahora parece retroceder.
Es como una guerra de las que vemos en las pantallas, una lucha por atrapar un destino y desde allí extenderse lentamente hasta alcanzar lugares diferentes que completan la expansión que todos los seres buscan en las parcelas de este mundo por desarrollar su propia especie.
Una lucha de especies vivas, un desafío a quién es el más fuerte, la ley que la naturaleza impone para poder continuar con la vida, con el deseo de que pueda continuar desarrollando los mismos movimientos que esta tierra permite dentro de su propio desarrollo, uniendo en un todo el conjunto de un tiempo en el que todo está unido en el todo.
Las enfermedades no es más que otro proceso en el cual se desarrolla una especie, es un fruto de un pensamiento que aparece para desarrollar de nuevo para que el alma pueda experimentar de nuevo la divinidad que guarda en el conocimiento, un instante precioso para poder entender la salud, conociendo la enfermedad, escuchando al cuerpo trabajar para seguir adelante y despertar en este día con la mirada en el horizonte que se encuentra esperando un momento diferente.
Miguel José
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