Tengo miedos escondidos que salen cuando menos lo espero, miedos que abarcan las facetas en que se divide mi vida, en el escenario desde donde actúo cada vez que me encuentro en el límite de turno, en la barrera que me impide dar un nuevo paso, en bajar de la acera para no acercarme a una pared que no existe, encontrando en la oscuridad todo tipo de formas para esconder los miedos.
La vergüenza es una forma de no estar completo, una manera de esconderme en aquello que me apetece conocer, en dibujar una barrera para encontrarme en la seguridad que me impide poder dar un paso hacia adelante y saber hacer las cosas, quizás porque en el aprendizaje está la libertad de elegir el camino que me lleva hacia adelante.
La sensación de caerme en los sueños me abre la majestuosidad de encontrarme al borde de un nuevo vacío, de un montón de espacio contenido bajo mis pies que me hacen caer sin paracaídas, caer a la profundidad de una sinceridad que se manifiesta cada vez que encuentro la verdad, al despertar entre la almohada que me ha impedido poder desaparecer en la cama que ahora me recibe para volver a entonar la canción de cuna que todas las noches abre mi ventana.
La soledad me entrega un nuevo miedo que aparece en los rincones desde donde se abre un silencio, un murmullo en mi interior que me atrapa, que me aleja de mí mismo, de la simplicidad de mi ser interior, de un amor completo que me entrega quien está esperando que llegue a su lado para continuar el mismo viaje que iniciamos juntos en aquella cuna.
Mis padres no existían cuando yo ya estaba en camino, volaba en las nubes de un dimensión en donde no podemos encontrar nuestra forma humana, en donde no hay carne ni huesos que contemplan un rostro en las fotos que poseo dentro de mi castillo, de la fortaleza desde la que puedo mirar el horizonte que no se contruye sobre ninguna línea, un horizonte en la oscuridad de la luz, un horizonte lleno de grandeza de ser, de expresar y colocar unas palabras en lo imposible de poder definir lo imposible.
Cuando llegamos al acto de no poder colocar palabras en nuestra vida, en la mirada que pasó de cerca en un silencio oscuro dentro de un simple pasillo, deja de entretenerme en el ego que me inspira para que pueda encerrarme, para que pueda dejarme quieto ante un universo completo, una sonrisa que me entrega a enfrentarme con los miedos que producen una personalidad que no puedo comprender.
Hoy es un maravilloso momento en un tiempo que no encuentro encerrado en ningún reloj, en ninguna cita, en ningún ordenador, límites que me entrega el ego, la socidad que canalizamos desde los orígenes de esta historia, para adentrarme en los sueños que vivo en la libertad de haber podido escoger las riendas de estas paradas de tren, sabiendo que nadie me espera, que nadie busco para necesitar, que todo está en mí y así poder encender la luz de este universo en la totalidad.
Miguel José
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