Una rosa en un tejado completa la esfera que hay en mi dormitorio, el rincón preferido desde donde la vida continúa, en el momento oportuno de encender la estancia para que tu cuerpo encuentre el sentido después de la fiesta en donde pusimos nuestras manos en aquellas miradas que ahora se acuestan dentro de la misma etiqueta que cumplimos en los albores de una noche que nos ha dejado la mente en blanco.
Fue en la rotonda donde mis sentidos empezaron por escuchar tus palabras, un lenguaje diferente que me esperaba para enseñarme tu sinceridad, caminando por aquel camino por donde las plantas dibujan las rodadas de muchos vehículos que han registrado cada día la recaudación que ahora te hace disfrutar de una nueva casa en el lugar de tus sueños.
Sabías que empezaría encontrándome entre tus brazos antes de que llegáramos al final de aquella ruta turistica, en el encuentro que no esperaba hasta que no se alejó, mirabas por detrás de unas gafas que envolvian tu cara sin saber el color de tus ojos, para que encontraras el lugar perfecto desde el que poder hacerme volver a sentir aquel silencio que envolviste sin colocar ninguna música.
Te había visto a lo lejos cuando circulaba sin ninguna hoja de ruta, al saber que el lugar es el preferido para escuchar tus palabras, los retos que lanzas para que salgan a conquistar las nuevas tierras desde donde cierras el cielo para encender el sentido que me envuelve lentamente hasta encontrar de nuevo tu calor en el lugar que sabes mostrar.
Es la hora indicada para haberte encontrado, para saber donde habitas en los horarios en que cabalgan de nuevo quiénes esperan volverte a buscar, para los aficionados a tu sonrisa, a la colocación que perfeccionas cada vez que un billete azul vuela hacia tu guarida, cada encuentro en que podemos encender una nueva conversación que entregas de regalo en cada nueva conquista.
Estás en las laderas de un gran valle, ahora en la esquina de la habitación desde donde comienzan nuevamente los pensamientos que me acercan de nuevo a buscar la sonrisa que dejabas guardada para colocar de nuevo las fotos de tus hijos, de ese marido que está por aparecer en los labios de unas palabras que no entiendo, de unos labios que me entregan los susurros que me hicieron entender que era el momento preciso para haberte encontrado dando vueltas a la misma noria que ahora he podido dejar atrás para adelantar de nuevo los pensamientos que me envolvían en un paquete que ahora ha salido para no volver a encontrar a un destinatario que ya no soy yo.
Miguel José
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