No nos entendemos porque no salimos de nuestra mente, porque no dejamos que vuele un pensamiento que no nos duele sin esperar a que pueda entregarnos nuevamente a la locura de volar sin las alas que no encontramos cuando volvíamos a dar vueltas a aquella noria que nos hizo conocer una nueva forma de poder entregarnos al amor.
Se que son momentos que vivimos dentro de la espiral que nuestras vidas soportan, de los límites que se interponen en nuestro camino, de las formas que pueden hacer que descarrillemos en este tren que nos lleva de un lugar a otro en la misma distancia que esperamos que desaparezca en aquella mirada que encontramos al despertar el uno junto al otro.
Son las tertulias al volante lo que nos hace disparatar las formas, el silencio que se produce por no saber actuar desde la profundidad de un sentimiento que aparece nuevamente después de haber abandonado aquellos días en que no me sentía seguro al volante junto a ella, y ahora comienza nuevamente a nacer aquella inseguridad que me hizo descarrilar y esperar nuevamente a que mi vida volviera a encontrar a quien poder entender.
Se que es mi forma la que te lleva, pues tu forma tampoco es la misma, se que no podemos moldear de un nuevo barro la escultura que formamos juntos, la esperanza de ser para toda la vida no está exenta de grandes dificultades, la esquina que doblamos cada vez que nos empapamos de un silencio que nos hace cortar minutos junto a la esperada llegada de unos labios que sienten la verdad de su amor.
Amor que me hace encontrar nuevas formas para poder completar la formación de un ser humano desde el corazón, formas que se trasladan lentamente desde un molde que es imposible poder romper en unos cuantos meses, en estos años donde voy observando cómo poder mejorar en este corazón que me empapa en una nueva forma de entender la relación de una pareja que me inunda cada día con el encuentro en el infinito de nuestras posibilidades.
Son momentos de cambio los que vuelan en estos vientos en que me quedo atrapado esperando que todo pase, en que no puedo esconder mi presencia en lo alto de ninguna montaña, en el sillón de un salón donde nuestras palabras dan comienzo a una nueva forma de amar desde la libertad de haber elegido el ser la compañía perfecta en cada abrazo y masaje que nos dejamos encontrar entre nuestros cuerpos.
Cuerpos que comienzan de nuevo a encender la luz que muchas veces parece haber desaparecido dejando la oscuridad que nos gobierne, que nos encienda los malos momentos que hemos de vivir juntos, porque juntos está la semilla de todo aquello que navegamos en las islas que ahora recuerdan nuestro nombre en la mirada que encuentro cada vez que tu voz me enciende este nuevo despertar a tu lado, un nuevo día.
Namaste.
Miguel José
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