El Universo es mi casa, paseo por sus habitaciones en este amanecer donde la lluvia ha empapado las estrellas, la luz encendido los planetas, el olor de las flores se expande por los contornos de unas galaxias que completan el mobiliario de este lugar donde mi vida transcurre por lo ilimitado de los pensamientos en donde no hay tiempo ni espacio, solo amor y paz.
Empiezo entrando por el recibidor donde una galaxia en triángulo aloja las estrellas en donde guardo los zapatos estelares, el abrigo de moléculas expandidas, el gorro de luna y los guantes de cristal. Mirándo mi rostro transparente en el espejo de un Sol reluciente de una galaxia desconocida.
Camino por el pasillo de la Osa Mayor, en donde los cuadros de Andrómeda me relajan distraidamente en el caminar hacia el gran salón donde un gran agujero negro enciende nuevas concentraciones de galaxias que giran sobre su propio centro para continuar con la grandeza de vida, con la fuerza de una materia que se transforma en un abrir y cerrar de ojos.
Las habitaciones se abren a lados de un nuevo pasillo completando el círculo polar durmiendo en las camas de planetas como Pandora, como Saturno, ataviados de los adornos donde las lunas y los anillos decoran los espacios de un líquido estelar que completa el descando de cada noche sin luna, de cada día sin Sol.
Por fin llego a mi habitación desde donde puedo ver el movimiento de los fluídos entre estrellas, de los valles de galaxias entre cada año luz, de una velocidad que me entrega en la meditación un abismo ilimitado desde donde puedo escribir cada poema, cada palabra de amor, y alojarlo en el libro que se abre en los sueños que me entregan a vivir en la prosa que acaricio con mis dedos de este cuerpo de humano.
Me asomo a la ventana a encontrar a mis vecinos que habitan los planetas en donde la vida se reproduce para continuar cohabitando las estrellas, los planetas, los diminutos asteroides que coronan los relámpagos que corren en una carrera desenfrenada para entrar de nuevo en el sueno eterno, en la placenta de Dios, en el embrión que nos contuvo para iniciar este nuevo viaje.
Viaje que me transporta a mi cada de el Universo que completa el todo, de mis amigos que un día se marcharon para esperarme en una nueva vida, en otra parada de tiempo, en otro espacio de materia donde copula la extraordinaria presencia de quien no necesita la materia para engrandecer el cosmos, todo lo que se compone y descompone para encontrarme en este sueño desde donde vivo desde los tiempos de los tiempos en Dios, junto a Dios, en el centro de Dios.
Gracias a Dios, al Universo, al Cosmos, por encontrar la vida en el espacio exterior, en los planetas que habito, en la materia que me transforma, para vivir un nuevo día en la plenitud de un cuerpo humano que es el mayor regalo que pueda encontrar cada vez que deseo disfrutar de unos sentidos que me atrapan para expandir mi conciencia.
Un beso,
Miguel José
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