Una aceituna negra en el fondo de un vaso lleno de alcohól entretiene un pensamiento que aparecía en un horizonte donde las miradas esperaban una respuesta a tu manera de comenzar la conversación, palabras que esperan la oportunidad de escuchar el movimiento de tus labios.
Un bollo relleno de crema espera entre mis manos a que enciendas de nuevo la sonrisa para dedicarte minutos de un presente, dejando que el café siga calentando la taza que nos separa en la mesa donde un día me dijiste te quiero.
Aquellos años no volveran porque los disfrutamos juntos en la misma dirección, donde unos hijos esperan en la mesa que ya se marchó por el fondo de una cocina que nos hacía encontrando al amanecer, al anochecer de cada encuentro entre los alimentos que nos han ido dando la energía que ahora volvemos a transformar.
La desintegración de un hombre comenzaba por pensamientos que aperecian el los miedos que transportaba cuando aparecían los domingos aquellos silencios donde no sabíamos por donde cortar las palabras que no decían nada.
Saliste por la misma puerta por donde habías entrado años antes, por el marco que distribuye el silencio de las miradas, detrás de aquella silla donde tantos momento pudimos encontrarnos dentro de risas y llantos, encima de un mantel que aún guardo en el mismo cajón donde quedaron los restos de las migas de nuestra última cena.
Ahora espero nuevamente dejar que tu energía llegue a mi contorno, de encontrar de nuevo tus manos esperando las mías, los colores de unos corazones que encendían los días y alumbraban las noches, mantenían despierta la ilusión que nos hizo componernos en la historia que ahora queremos volver a recordar.
Es el miedo quien nos atrapó en aquella despedida, impidiendo que avanzaramos cuando habíamos llegado a la primera meta, cuando los chicos que nacieron de aquella pasión han adelantado las posiciones que nosotros colocamos dentro de aquellas camas que ahora encuentran unos cuerpos que encienden el amor que continúa por nuestras venas después de entender que la experiencia es haber podido llegar hasta este momento.
Espero tu silencio para encontrar el gesto que me haga sentir tan feliz como cuando llegamos a encontrarnos en aquella fiesta donde nos dejaron bailar hasta un amanecer que no termina nunca, que siempre nos hace empezar de nuevo para continuar sintiendo el amor que sembramos en la primera mirada que ahora volvemos a reencontrar.
Miguel José
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