La puerta está abierta y dentro una paloma de luz abre aquel paraíso que juega en mi mente, en los sueños donde cabalgan el pasado y el futuro dándose la mano para poder encontrar el verdadero centro donde poder completar la escena que ahora paso a dejar en este presente que hace dormir a un ego que ha tenido un día muy atareado.
Llega tan lejos como quieras, dicen las palabras que hay debajo de la puerta, justo en el lugar donde se puede encontrar la fuerza de un sentido que comienza a desgranar la flor, los pétalos que van naciendo en las oportunidades que han estado guardadas en el armario de mi subconsciente, en los relatos de niño que escondía entre los cuadernos para que mis padres no pudieran ver las tonterías que salían de aquella pequeña criatura recién llegada del limbo.
Así me decían cuando me veían mirando al techo, estas en el limbo, y ahora empiezo nuevamente a mirar a un nuevo techo, a un cielo repleto de estrellas, de una luna que va creciendo para poder hablar nuevamente con ella y recordarle que quiero vivir en la costa levantina, en aquella ciudad donde fui concebido por quiénes me recriminaban que no estudiaba, y que ahora están a mi lado todos los días, en cualquier momento en que siento su presencia al encender los ojos y caminar entre los algodones que han colocado para que pueda seguir la senda sin lastimarme.
Me encuentro con ellos cuando cierro mis ojos, cuando sus manos me aprietan y escucho su corazón, ya no suena como cuando estaban en este mundo, sino que son esencia, una olor intenso y cristalino, una mirada que puedo ver en la luz de un nuevo día, unas palabras que salen de mis labios sin haber dejado que mi mente hablara, una alegría de encontrarme de nuevo caminando tras parar en los años en que estuve sentado esperando de nuevo el tren que me llevara hasta el límite de mi profundidad.
Lo demás fue fácil, solo caer en el abismo y dejarme llevar por un viento que me acariciaba, de unos labios que me besaban en cada desaliento, unas manos que me conducían en esta ceguera que llevamos desde que encontramos la adolescencia, una venda que me tapaba las heridas que ahora se han curado por poder dar las gracias, por agradecer al universo los maravillosos regalos como este desayuno que ahora se sienta en mi estómago.
Se volar, quizás no como los pájaros, pero vuelo en las montañas que me hacen subir hacia este universo que se construye en esta tierra entre quiénes empezamos a ver la luz, vuelo hacia los ríos que limpio al no dejar la basura esparcida por las tierras que disfruto, vuelo en la sonrisa que se eleva cada vez que me cruzo con alguien en las calles, en el ascensor, en el autobús, en cualquier lugar donde la risa de un niño me hace entender que voy por el camino correcto.
Dejaros esta pequeña escucha en donde he podido comenzar por atravesar la puerta que muchas veces no encontramos y que está siempre delante de quiénes han dejado de ver con los ojos de la menta para ver con la mirada de un corazón que está conectado a la central de datos que algunos llaman conciencia y yo llamo mi alma, un alma grande, a imagen y semejanza de la vuestra.
Felicidad en este 2010 y en cualquier momento podemos comenzar de nuevo, solo basta dejarnos caer en el precipicio que se nos abre todos los días de nuestra vida, para darnos cuenta de que la muerte no está en el fondo, que el morir no es lo peor que nos puede ocurrir, sino que la muerte que nos hablan destruye, es simplemente la puerta de un nuevo nacimiento, de una nueva oportunidad para llegar hasta el fondo de nosotros mismos.
Namaste.
Miguel José
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