Al pasar por el último sueño, en los últimos arcos de ese espacio que nos transporta a los lugares inimaginables, podía recoger una carta, un escrito a pluma donde recogía unas palabras que han quedado grabadas para la historia, unas líneas desde aquel lugar donde la persona que voy a recordar me ha traído un recuerdo inolvidable, unos minutos donde he podido revivir aquellas pequeñas aventuras.
Mi tío Pepe, un hombre campechano, muy lleno de amor, con una sonrisa increíble, con una mirada intensa, con un niño interior riquísimo, dentro de la caja de unos recuerdos que me han transportado a un salón que ya no existe, aunque su risa aún se encuentra encajada en la memoria de quien le quería desde el corazón que ahora despierta a su llamada.
En el recuento de los escritos que me llevan a conocer más a quien fue mi linaje, aparece una carta cortada por su mitad en donde la letra de este Señor, de un hombre que podíamos llamar un ángel en la escala de quien tenga que escoger un lugar en el citado escalafón.
Ahora puedo recordar que para este sobrino, su mirada iluminaba el mundo entero de una niñez que se enriquecía con aquellas pocas tardes que mis padres me llevaban a su casa, junto a mis primos ya olvidados, para cenar y realizar la visita de cortesía a su hermano.
Cayó fulminado por una sensación de no querer seguir viviendo en un mundo hipócrita, era tan bello que en alguna ocasión quise que hubiera sido mi padre, pero eso no puede ser, porque cada uno estaba en su sitio y no voy a descolocar lo que la vida ha construido.
Tenía un sombrero que siempre se ponía cuando me soltaba de aquellos brazos que rodeaban los sueños que me enloquecían a través de sus palabras, de aquellas historias que no eran verdad, cuentos que embellecía con esos ojos que se le salían de una cara redonda, con la mirada brillante de quien en su propia vida era un niño.
No puedo dejar de mirarle en la pantalla que se ha iluminado en la oscuridad de un silencio que ha traído su propia voz, su risa que se entretejía entre las carcajadas que me hacían toser de curiosidad, dentro de su propio armario de juegos, con la seguridad de quien vive en la infancia que hace continuar en el camino de una vida tormentosa por cualquier problema que siempre aparece.
No recuerdo bien la historia que le llevó a ser de nuevo un ángel del universo, tampoco me interesa todo aquel lodo que acabó con su risa, con la mirada que entraba por mi puerta grande, por el corazón que acariciaba cada vez que abría su armario para enseñarme el pistolón que guardaba por ser miembro del club de tiro de Madrid.
No pudiste ir a mi boda, allí es verdad que faltabas tú, te quedaste a un año de poder verme casado, y recuerdo la mirada de tu mujer, mi tía, y de mis primos en el dolor de la pérdida de quien les acompaño en el mundo hasta que decidió marchar a sus trabajos que tenía pendientes como ángel de aquellos cielos que hoy día dibuja en cualquier nube o en los días en que el Sol aparece con alas.
Miro al viento que acaricia mis labios y veo tu figura, recojo entre mis manos un trozo de aire que no quiero respirar y siento tus cosquillas que me dejabas cuando me sentaba a tu lado y te decía, tío cuéntame que aventura has vivido esta semana, y el no podía continuar muy serio desde la cercanía de quien sentía a un sobrino como un muchacho que le reflejaba su propia grandeza.
Todos somos grandes, no solo mi tío Pepe y Yo, también lo sois todos los demás, todos los hombres y mujeres que estamos sobre este planeta, no hay más ni menos, ni mejores ni peores, pero os puedo pedir un favor y es que dejemos que, hoy, la figura de mi tío Pepe sea la más grande de este trocito de tierra que hoy puedo pisar en el sentimiento de su amor, de aquellos besos y abrazos que acabo de recibir nuevamente al volverle a encontrar entre las líneas de esta linda carta.
Gracias Tío, seguro que volveremos a encontrarnos en otra vida, o es muy probable que estés sentado tan cerca de donde existo que cuando acaricio el espacio que me rodea, siento en la penumbra como tú y tu hermano estáis disfrutando de los momentos en que escribo estas líneas para hacerte el monumento que siempre te has merecido.
Un beso en la eternidad, en la inmensidad de ....... aquel amor incondicional que me guardaste en un trocito de este corazón que vuelve a sentir que te sigue queriendo.......mucho.
Miguel José (Mi segundo nombre me lo pusieron por llamarte José Antonio)