Caminando por la gran avenida, las mañanas se iluminan con los rayos de un sol naciente, de aquellas pequeñas nubes que aún no han recogido su manto y se olvidan de cambiar el aspecto de un nuevo día, quizás desde que la luna alumbrara aquella noche en que los sueños olvidaban aquél cansancio que no conseguíamos dejar en la cesta de la ropa sucia.
Los pasos son firmes, sobre una acera que fuera pisada en las tardes de unos paseos que sentían quiénes hablaban de sus costumbres, de aquellos pensamientos que circulaban por las mentes de quienes observaban a los chiquillos salir de aquellas clases que hacen iniciar los paradigmas que no saben comprender.
En cada esquina la mirada se transforma hacia aquellos movimientos que suceden en el asfalto, unos vehículos adueñados por la figura de quiénes descansan su cuerpo mientras caminan por las líneas discontinuas en busca de algún lugar donde aposentar aquel trozo de acero dispuesto a caminar sobre unas ruedas que avanzan sin pereza por unos suelos recién despertados.
La mirada en aquellos árboles que se han adueñado de una parte del cielo, los bancos vacíos en este amanecer con luces aún no apagadas, las basuras esparcidas por unas aceras terminadas en las prolongaciones de aquellas vidas que salen y entran de portales que abren o cierran las semanas de quiénes han conseguido vivir delante de sus espejos.
Tiendas y bares, mostradores repletos de miradas cargadas de unas legañas bien amortizadas en aquellos sueños que nos dejaron libres de tanta pesadilla en la discusión con cualquier emoción que caminaba despistada en la habitación que llenaba el descanso de unos cuerpos cerrados al pensar.
Tarde se hace en la llegada a donde mi nueva aventura se escribe en la nómina de quién trabaja desde que se hizo en persona aquella manera de aprender nuevos conocimientos para poder descargar los programas que aprendió en lugares que fueron su trastienda de conocer y compartir momentos y recuerdos que hacen de un curriculum la experiencia viva para la personalidad culminada en el sentimiento de hacer aquello que es.
Ahora comienza una nueva sesión de aquella terapia que los que no están inscritos pretenden disfrutar y los afortunados no son capaces de comprender íntegramente, salvo en los finales de cada mes en que los números de una cuenta corriente vuelven a sonreír en la mirada de los caminares no respetados en las mañanas de frío o calor, incluso de fina lluvia con un manto de nieve en los cielos guardando las vidas de quiénes son verdaderos ángeles con forma humana.
Namaste.
Miguel José