Miraba aquella habitación en la soledad de un descanso, en los sonidos de un silencio que inundaba cada rincón con la mirada que acercaba cada objeto a mi no pensamiento.
Tomaba notas sobre los objetos que rodeaban aquella estancia, sentía que no quería despertar a un cuerpo cansado y relajado, la mano sólo podía acceder a un solo movimiento, y eso produjo una consecuencia que llevó a un acto para terminar en un hacer, en contra de mi propio propósito de no hacer.
Una luz dorada, muy brillante me invadía al intentar escucharte, no acertaba a recordar tú número de teléfono, ese número mágico que durante muchos días, semanas, meses, años de tiempo, de un tiempo lineal donde todo se ve, donde todo existe a la vez.
Estuvo, está y seguirá estando presente en mi vida. Ese número que me alarga hacia el sentimiento, que me hace volar, que me baja al suelo, que me eleva al firmamento, que me aleja, que me acerca, sin abrir los ojos, sin despegar mis labios, a tu corazón.
Oí una voz lejana, pero no escuchaba tus palabras, apretaba el teléfono, pero el silencio llenaba aquella comunicación, en cambio mi corazón decía, llámala, pon voz a esa muchacha tierna, a esa chica linda, a esa esencia de mujer que es energía de amor reflejada en sus mensajes.
Quiero seguir viviéndote pero ahora siento que he de ponerte voz, vivirte en otra dimensión. Sentir que tus palabras me rozan, que tus risas me alegran, que tus silencios me llenan de mucha emoción.
La tripa me tiembla, las piernas me cosquillean, las manos se quedan quietas y en una profunda inspiración te viví. Sentí esas palabras nerviosas pero calmadas.
No sabías qué decir, pero no parabas de hablar, tu sensación se alargaba, tu mirada se llenaba de esa chispa de rebeldía y veía en tus ojos un brillo reluciente, una escucha quieta, una sonrisa sincera, como sinceros son nuestros mensajes, como sincera la libertad, como en la base de nuestra propia locura se construye un amor nuevo.....
Como nueva es esta forma nuestra de amar....
Miguel José