Es alegre y divertido cuando la llave penetra en la cerradura. Entras al salón y se produce un silencio pausado, un momento donde el silencio inunda el vacío de una casa, donde sin un ruido que se promete durante horas, se ve acallado por unos pequeños murmullos procedentes de las macetas instaladas en un lugar del salón reservada para tres macetas.
Son tres lugares donde el milagro de la vida se produce todos los días, donde a la mezcla de tierra y agua se unen unos tallos firmemente sujetos a un trozo de tierra, a ese pequeño recipiente que contiene el sentido de tres seres que luchan por un espacio en el lugar de meditaciones, de charlas, de música, de donde la vida de un soñador, convierte en realidad lo que sus pensamientos desplazan en la mente esa visualización diaria.
El milagro de ver como sus hojas se acercan casi sin sentir hacia donde la luz brilla, hacia donde esos rayos de Sol penetran por esos poros dejados por la persiana, por el toldo, por encima de los tejados, sorteando las ramas de esos árboles que alineados contemplan desde fuera como sus colegas duermen en el calor de unos muros.
Esas hojas que alegan con sus colores una estancia rodeada por sillones, sillas, una ventana y tres puertas que sirven para ir acomodando los momentos, ir colgando los cuadros de esos lugares que, día a día, convierten en una ventana al sentido.
Y se produce la vibración cuando la música compone esa estancia en un lugar agradable, donde una letra de amor, o simplemente una música rítmica, o unas palabras de alguien, que a través del aire, deja salir por un sencillo micrófono.
Bailan y ríen, sienten y aman, lloran y se sienten tristes, miran y callan. Son tres lugares donde también hay emoción, donde también hay sentimiento, donde también hay tiempo, pero que nosotros no podemos ver porque su tiempo y el nuestro es sencillamente un tiempo que no respetaremos nunca.
Pero el respeto que ellas sienten hacia nosotros, el sentimiento que tienen hacia esas personas que las pisan, las rompen y las ignoran es un instante de ese amor que nos enseñan esos seres que muchas veces creemos que son inanimados, que no creemos que tengan vida, pues vida es la que nos devuelven cada día con ese resplandor que se produce cuando la luz las ilumina.
Gracias por ser la belleza de ese salón, gracias por vuestra compañía y esos silencios que me llenan siempre de alegría y ........ amor.
Miguel José.
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