Hoy es un día gris, no he visto el Sol, pero se que está detrás de las nubes, no he visto la luna, escondida en aquel trocito de cielo que no podía escuchar en una noche de dolor, no he comprendido aún que he de encontrar aquello que es mío, no puedo comenzar a deciros lo que tenéis que hacer porque yo no se que hacer, si es que hay que hacer.
Me gusta que los demás me escuchen, pero soy incapaz de poder hablar, me encanta que me miren con esos ojos de tristeza, porque me siento víctima, me halaga que me dejen sus comentarios, porque es una forma de engañarme, dejo que pase, que siga el curso, que los momentos me dejen sus pasiones y sus aventuras.
Tomo las manos en el pulso de unos dedos que se mueven desde la mirada que se establece entre el teclado y mi rostro, dejo la libertad de que mi cuerpo se agite como quiera, que haga el sentir de su propio movimiento, que no me pida permiso para estirarse o para encogerse, que sea lo que quiera ser.
Recuerdo esas palabras de Zen donde escucho muchas veces aquella etapa del Tener al Ser, es un camino fácil decía yo, pero no había vivido nada igual, es como querer meterte en un barco para surcar los mares y al salir de puerto tienes un mareo que te dejas morir.
Y sigues navegando, naufragios sueñas, desastres rumias, casas viejas y con la pintura derramada en aquellos rincones llenos de la pelusa de un viento que ha dejado semillas no enterradas en los bordes de los mantos que cubren aquellos montes.
Es un día como ayer y como mañana, es un día repleto de horas, de un montón de minutos, de muchos segundos esperando salir a escena, de muchas críticas depresivas y las otras, de muchos que ven en el otro el espejo de sí mismos, de quiénes te increpan por querer ser bueno, o algo parecido.
Pues no soy bueno, tampoco soy malo, soy. Es indiferente lo que escucho, lo que me mueve a escribir es lo que siento y siento que estoy deprimido, y disfruto ese estado, no se lo manifiesto a mi compañero ni a ese individuo que está haciendo tonterías con el coche, ni a mi jefe que hoy ha venido cabreado, no. Disfruto esta bajada del ánimo porque es, porque es verdad que no tiene explicación, pues no quiero consuelo.
Vemos la paja en el ojo ajeno, es el espejo, esa mirada que hice al espejo me devolvía mi propia cara, esa que no me veo cuando viajo, cuando me enfado, cuando me río, cuando lloro, cuando amo, cuando me escucho, esa es mi verdadera alma, el tesoro escondido en el interior.
Gracias.
Miguel José