Me imagino viajar en una célula, en una plaqueta que circula por esas carreteras ya construidas antes que cualquier ciudad, en los canales que es imposible comprender su rapidez y eficacia, dentro de las corrientes que habitan por todos los contornos de mi cuerpo físico.
He salido a toda velocidad con un rumbo prefijado, dentro de un pequeño cuaderno que indica las paradas y las recogidas, las salidas y las llegadas, todo dentro de una extensa red de arterias, alvéolos, capilares y venillas como las calles de nuestra ciudad inteligente.
Desde el centro de mando se reciben aquellas llamadas urgentes que nos pueden hacer variar los acontecimientos ya prefijados, e incluso nos dirigimos en grandes cantidades hacia unos extremos diferentes, todo programado desde una curiosidad imposible de plagiar.
El cuerpo humano es una aventura fabulosa, una estructura imposible de imitar, una cualidad que no tiene respuesta en todo aquello que vemos todos los días innovar en las múltiples patentes que se empeñan en hacernos la vida más fácil, dentro de la complicación que pueda parecernos un MP3 o un DVD con regrabadora.
Salimos rumbo a los riñones y vamos pasando la ventanas de todos aquellos rincones que parecen oscuros e iluminados por una luz que no existe, sólo la intuición de quienes corrigen los movimientos hacen visible los caminos e itinerarios que sentimos al tener un escalofrío, un dolor de muelas, un esguince o el bostezo que nos hace amanecer de entre las sábanas.
Caemos en la cuenta que todo lo que vemos reflejado en nuestro cuerpo es la llamada de atención de actitudes que nos permiten poder entender, pero no caminar hacia el lugar de los picores, dentro de aquellos dolores de barriga, fuera de la pequeña herida que hace invadir nuestras venas de marditos roedores de virus que se internan en un mundo desconocido para dejar su semilla.
Pero tenemos el mejor sistema de defensa que ni los americanos hayan podido nunca inventar, y así vivimos nuestras experiencias siempre cuidando de aquello que siempre y en todo momento es la primera actividad de un Ser humano, cuidar y escuchar a su propio cuerpo, a esa masa de agua y materia que nos fué entregada para su uso en el concesionario terrenal por excelencia. El cuerpo de nuestra propia madre.
Un beso.
Miguel José