Los/as limpiadores/as, esas personas que no vemos pero existen, esas mujeres y también hombres que limpian la basura que nadie quiere tocar, esas vidas que están detrás de esos mostradores que en su bata azul a rayas o verdosos en colores parecidos, nos tocan las narices cuando debemos levantar los pies para poder sacar la basura que antes hemos derramado en un suelo que brilla en el espejo de sus almas.
Su trabajo casi nunca se aprecia, aunque cuando llegamos a la oficina queremos que todo esté limpio, que brille aquello que el día anterior dejamos al derramar el café o una servilleta que no cayó en el interior de tan digna papelera.
Las miradas de quienes se empeñan en dejar limpio toda aquella basura son personas sinceras, que en su humildad nos recuerdan que todos somos iguales y sienten que su trabajo es importante, cuando en realidad es uno de los duros y menos valorado.
Tratar con los desperdicios, poder dejar brillante aquello que se quedó impregnado de algún cumpleaños, o esos momentos en que la felicidad inundaba los suelos y papeleras de residuos que ahora no hay por donde cogerlos, es una tarea que a nadie le puede gustar, pero que su profesionalidad y las necesidades que todos demandamos, hacen de su trabajo uno más en la lista de las ofertas de cada mañana.
Quiero dar las gracias por su labor tan eficiente, por esos momentos en que alguno los considera inferiores, pero que son tan respetables como todos, que emplean su tiempo en aquello que luego producirá la imagen de todo lo que amanece en cualquier negocio o casa dentro de su brillo y limpieza.
Aquellos y aquellas que están dedicados a la limpieza, bien de la ciudad, bien de cualquier oficina, o en las casas donde su concurso es tan importante, me hacen entregarme al respeto incondicional de sus miradas, de los saludos tan entrañables que nos regalamos en la simpatía de estas líneas en un sincero agradecimiento.
Son verdaderas estrellas de los lugares que hacen brillar con el con el sudor de una frente y el cansancio que acumulan en los quehaceres duros de una lucha contra todo lo que representa suciedad, son los luchadores, vamos los/as gladiadores/as de un mundo que se emborracha de basura por cualquier medio que represente abandonar los desperdicios.
Este mundo, como siempre lo ha sido, ha descubierto la profesión de quienes hacen lo imprescindible para que la belleza, el orden y su quehacer a cualquier horario, hagan posible un mundo más limpio y acogedor.
Gracias de todo corazón desde quien siempre intenta no pisar aquel trabajo que supone el esfuerzo de apretar una fregona, de hacer brillar unos cristales, de conducir unas aspiradoras de cualquier lugar, en cualquier día o noche, dentro de su propia vida.
Es verdad, pues también sienten, aman, escuchan, miran, hablan, y sobre todo, son mujeres y hombres que entienden que su profesión es tan profesional como cualquiera que pueda compararse en este laboro que supone ganar el dinero suficiente para poder subsistir en un mundo material.
Nuevamente, gracias por existir, porque todos, desde la igualdad siempre podremos comprender la realidad de lo que el amor incondicional nos lleva a entender aquello que no tiene explicación, en el todo que compone este mundo que nos distribuye en tantos caminos, canales y puertos.
Miguel José