El hombre es el ejemplar que discrimina la vida en el planeta, determina los lugares donde se puede vivir, influye en las corrientes de muchos caudales acuosos con sus propias manos, genera sentimientos en paquetes envasados al vacío, y propone la actitud de los que le rodean.
Es un ser no muy diferente a los demás, un ser que en lo que los propios humanos llamamos evolución, se encuentra instalado en el primer pedestal, un poco en el beneficio que quienes pueden retener, dentro de un propio lenguaje, aquellos momentos que deciden el curso de esa historia que, además, escriben ellos mismos.
Los cuadernos que resultan de su propia escritura son aquellas basuras que en los tiempos dejan la huella de una destrucción, de unos minutos de inteligencia, de unos años de superioridad ante aquellas especies que se colocan en los peldaños inferiores de la pirámide que se construye en la evolución de los siglos que preceden a su primera huella en este planeta.
Aún recuerdo en mi niñez cuando los primeros humanos dejaron sus huellas en el lugar de la luna que amenizó lo que llamamos civilización, y quedó en la retina de una historia grabada en unas grabaciones que ahora no escriben los monjes en los antiguos monasterios.
Son los noticiarios los que hacen de escribas de la realidad que se antoja modernidad, de aquellos pensamientos que nos dejan la hipoteca prendida en los dolores de espalda, de aquella relación que se incrustó en la piel de una dermatitis, de un pensamientos que nos hizo acariciar las células cancerígenas recién llegadas de nuestro sentimiento.
No puedo dejar en estas líneas que todo es inservible, que el ser humano está en declive, que la modernidad nos inutiliza como creadores, es simplemente que nos olvidamos de unos valores que no sirven en el mundo mercantil, que el Gran hipermercado considera que lo inteligente es el tres por dos y no aquello que cuando cerramos los ojos nos llega desde nosotros mismos sin etiquetas ni precios.
Hoy es lunes y toda semana es dura de comenzar desde la sonrisa, pero el amor que nace en cada escucha, en ese silencio que va colmando la caminata en esta senda, me hace comprender que la verdadera sonrisa es dejar el guiño de la esperanza de que nadie es perfecto, y por ello seguimos siendo humanos.
Y como humano mi amor hacia todos los que viajan juntos en el mismo vagón, los que compartimos un mismo destino, los que vivimos en el mismo barrio de la imaginación, aquellos que se integran en los mismos cursos de autoestima, hace que me sienta cada vez mucho más maestro, mucho más estudiante, de un mundo nuevo, de escuchar a mi nueva conciencia crear el mundo que se va construyendo desde un corazón abierto, abierto hasta el nuevo amanecer.
Un beso envuelve estos momentos desde la pequeña ventana que me permite acercarme a quien Soy y escuchar esos silencios que hacen de este momento el lugar más escuchado en la carne que envuelve todo un contenido de paz y sinceridad.
A todos y a todas, el viaje continúa.......
Miguel José