Una conversación inicia una mañana tranquila, dos personas se escuchan, se miran, se intercambian, disfrutan del momento, conocen algo nuevo, descansan, todo ello en una comunicación en la empatía que une dos almas que sienten la misma energía, cuales cuerpos se imantan en la sinceridad de quienes han disfrutado de un nuevo soplo de vida.
Las conversaciones se pueden entender como las comunicaciones que desarrollamos verbalmente, en cuyas miradas se intercambian los gestos que nos sinceran, que acercan la impresión, que globalizan el intercambio, que profundizan en esos ojos que abren las ventanas de las almas.
La profundidad es llegar al corazón sin pasar por las arterias, comprender el dolor o la alegría de la pasión que se produce en los monólogos que suceden a una pregunta directa, con esos gestos que complementan la acción que conlleva el intercambio.
Se respira la tranquilidad cuando la energía emerge al mismo nivel, cuando los polos magnéticos se atraen, y las respuestas acercan el conocimiento que tenemos sobre quienes se abren en la sinceridad de un interior que disfruta de cuales momentos abiertos.
Las palabras siguen siempre a las manos, quizás como comodines de la actitud, quizás como el seguimiento que nos acerca a comprender que no estamos actuando, solo cuando vemos que no hay correspondencia entre ambos lenguajes, es cuando el corazón se siente engañado, y la transparencia se enturbia.
El color con el que cada uno pinta es diferente en base a la frecuencia vibracional que emita desde su procesador biológico, o dicho de otra forma, la película que sentimos se produce en la fuerza de los corazones cuando escuchan y sienten.
Por los confines de la amistad se producen momentos inolvidables, secuencias que se graban sin cámara, sin un flash que ilumine ningún fotograma, sin cerrar los ojos ante aquella situación que ves interpretada en el fondo de unos ojos que abren la mirada desde el pensamiento sencillo de quien vibra en el amor.
Cuando sentimos el amor, cuando lo vivimos, cuando estamos inmersos en su energía, transformamos y diluimos todo aquello que es oscuridad, la luz que derrite los bloques de negrura son colocados en los lugares donde la limpieza es posible gracias a simples pensamientos positivos.
No vale mirar atrás, solo girar la cabeza hacia adelante, con fuerza y pasión, con amor y paz, y el camino se abrirá en todas las direcciones en que la luz, el resplandor, se expande en un amanecer cualquiera, es como expandir hacia todos los lados la sabiduría de una escucha en el silencio de una mañana.
Gracias a una gran amiga, como todas las que sienten la amistad de forma profunda y sincera, por hacerme disfrutar en la mañana de una conversación en la mirada de unos ojos que se dirigían sensiblemente hacia la bondad de un cariño dentro de su propia paz.
Miguel José