alrededor, no habla con el sentido, porque no tiene sentido en el momento de actuar, no escucha porque su oído está taponado, no puede mantenerse en pie porque sus piernas no le apoyan con la fuerza que ha perdido en aquella barra del bar.
Es el personaje del borracho, de quien ha perdido una noche de copas en aquella botella que hizo desaparecer de las miradas de quienes caminaban a su lado, es el que amanece en un banco sin fondos, en un cajero vacío, en una pequeña esquina dormido en los sueños que ya no recuerda.
Su sangre se despierta a empujones entre las venas dormidas, con un corazón que bombea aún el hielo y el limón de aquellos cubalibres que le han dejado atado a una puerta que no para de dar vueltas y vueltas, esperando el deshielo de una mirada que encuentra perdida en el mar de aquella fiesta que no recuerda por donde termino.
La mirada siempre se queda fija, aunque no pueda hacer parar lo que en su película no deja de caminar, los carrillos se mueven torpes ante la fría escucha de quienes le empujan para ocultar aquella escena que unos chiquillos se acercan a observar.
La madre les aleja de aquel olor a un alcohol bien destilado, de una carne pasada por el barro de aquellos lodos que fundieron al razonar de quien empieza a desempolvar unos dolores de una cabeza que gira sin parar, con unos empujones en aquel estómago que cegó de las risas que se escurrieron en la noche que día se hizo ya.
Parece una pintura gris en el color de aquellos bancos, un manchón de cualquier escultor que no ha podido rematar aquella gran creación en los lodos de aquellos barros sin cocer, deja en la pared aquellos ríos de un pequeño mar desbordado en el recuerdo de que no quiere recordar, en la pasada madrugada que lució sin esperar que el nuevo camino se pueda calmar para poder dirigir el cuerpo que aún queda herido pueda empezar a caminar hacia su escondite donde las sombras puedan desatar la furia que aún no ha dejado de crear.
Perdemos el espacio y el tiempo, perdemos el razonar, perdemos el sentido de poder sentir, perdemos la marea que nos desborda desde el dolor que amanece en la luz de un sol que nos desprende de la vida que siempre podemos volver a encontrar, que el alma espera retornar a un nuevo silencio donde la mirada que nunca se marchó vuelva nuevamente a amanecer en la vida que seguimos teniendo prendida.
Miguel José