Sentía que mis labios no podían reprimir aquellas palabras, sabía que no podía hacer nada, vivía aquellos momentos de una forma como jamás nadie haya podido imaginar una tragedia.
Esos momentos sentados en aquel banquillo, donde los ojos de quienes te rodean te inundan de dolor, te llenan de miradas agresivas, te envuelven en sus pensamientos de denuncia, en definitiva, te llaman acusado.
Pero podemos acusar de una forma sencilla, con un simple pensamiento relleno de ese odio, o quizás de una envidia que surge precisamente de que eres un hombre sincero, en donde la sinceridad, la manera de no poder reprimir a ese niño interno, pueden colmar el desastre de alguien que nunca sintió daño hacia esas personas.
Todo lo que he sentido siempre desde hace una década ha sido siempre el sentimiento de poder y no saber, el convencimiento de que si no hubiera sido así seguramente habría sido de otro modo. Como el teatro de la vida me habría cambiado el papel y hubiera podido hacer muchas más representaciones.
Pero no me arrepiento de nada, se que todo aquello se vivió dentro de este camino de madurez. No esa madurez de hombre mayor, con pelo blanco y con la mirada fija siempre en su futuro. Es la madurez interior de quien sabe que todo lo que ocurre en el camino es fruto de un aprendizaje para que siempre puedas comenzar a vivir el rumbo hacia esa isla dorada, hacia ese destino que siempre has creado en la infancia.
Yo perdono a todos que en este sueño despierto, en este sueño con almohada de flores, he tenido durante una noche larga en el teatro de mi imaginación llevada a la pantalla como un film de aquellos en los que el protagonista nunca se sabe bien que es lo que quería ofrecernos.....Pero que al final siempre termina en un comienzo de algo.........Que vuestros sueños sean siempre los anhelos que envuelven vuestro alma.
Miguel José.
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