Solo era un sueño y no estabas tú, solo quería vivir aquella experiencia y no estabas tú, solo llegué hasta la frontera y no estabas tú, nunca estarías, nunca podría haberte visto, nunca decidí que te sentiría, acaso tenías que haberme visto, acaso era la hora de nuestro encuentro, acaso pude saber que la historia nos dejaría un minuto para encontrarnos.
Todo comenzaba en unas montañas inmensas, en lo alto de una sierra que llaman así porque sus picos son puntas que desafían al cielo, y en su valle, en donde se juntaban las cordilleras que hacen del viento una colección de sonidos limpios y profundos, pudimos ver nuestros rostros.
Podremos volver a nacer, seremos nuevos seres en un mundo nuevo, o quizás en un mundo mejorado, con nuevas calles, nuevas aceras, pero los árboles, esos bosques que se acercaban a nuestro encuentro, seguirán siempre en su lugar, en esas curvas estrechas de aquel camino que nos llevó a la cita que teníamos programada en nuestra conciencia.
Te conozco poco, aunque seamos dos seres que acariciamos cada beso, te miro bastante menos de como le gustaría a mi alma descifrar tu contenido, incluso tu aliento me deja ese sabor a lo desconocido, quizás porque conocerte me ha llevado tantos siglos de una vida que se completaba en cada encarnación.
Viajamos juntos por el horizonte, somos esos dos puntitos que no se llegan a juntar, que se adelantan en alguna curva y luego vuelven a ser aquellos que comenzaron la ruta, y ahora en mi nuevo viaje se me abre de nuevo la conciencia de que esta experiencia va es maravillosa, y eso que no controlo aquello que se desliza suavemente entre nuestros dedos, entre tus cabellos, fijamente en esa piel que se endereza en el calor de aquella mirada hacia aquellas estrellas que nos acompañaron en la primera cita.
Duermes esperando que llegue el aviso, ese mensaje que despierta tus ojos, que abre esas cejas de par en par, que permite que tu cansancio se esfume, que tu interior se agite, que el sentimiento vuelva nuevamente a nacer en tu nuevo primer beso, en la primera vez que volvemos nuevamente a explorarnos.
Ahora siento el horizonte como mi casa, aquellas tierras calientes como mi nuevo hogar, ese salón como el lugar donde nuestras conversaciones se hacen en silencio, en aquella cocina donde los desayunos nos alejan hacia un nuevo destino, incluso en aquel despacho donde las palabras se escapan en las nieblas que suceden a ese despertar en donde dejamos que nuestros sentidos no despierten.
Amo cada momento desde que te he conocido en la intimidad de nuestras ausencias, en esas lejanías que me dejan muchos kilómetros entre tu cuerpo y el mío, en esos días que llenamos con el trabajo, con aquellos que nos rodean, con el espíritu que nos acompaña en cada episodio de cuando estamos alejados aunque nuestras vidas pasen en paralelo a la habitación de cada amanecer.
Hoy el Sol me llevará hacia las tierras donde ya vivo, donde cada amigo que he conocido se siente mas cerca en esas citas de los viernes, donde cada espera se llena de un abrazo grande dentro de aquellas calles tan paralelas que con el cartabón no hubieran podido mejorarlas.
Saludo a esos lugares que me escuchan pasar, tantos pueblos y aldeas que miran asombrados cómo paseo entre los campos que se encienden en la luz de aquel vagón de un tren que trabaja sin freno para dar nuevamente forma a ese fin de semana en la ilicitana tierra que te vio nacer.
Te quiero.
Alicante estás en mi pensamiento y dentro de mi sentimiento.
Miguel José
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