Esta mañana hemos realizado un viaje juntos, en el mismo coche, dentro del mismo vagón, en el mismo sentido, en el lugar donde ahora encuentro mi sueño de vivir un nuevo día.
En el paseo hasta mi destino, en el pensamiento que llevábamos los dos, había un diálogo de como poder integrarnos, de como conseguir recibir su amistad y poner esa mínima distancia entre quienes no nos conocíamos hace apenas dos años.
El proceso de encuentro, la mera suposición de su existencia, el momento en que nos conocimos fue aquella primera revelación de que existía aquello que no había podido colocar en la mente de tantos años de espera.
Ahora no hay tregua, no hay posibilidad de que aquello pudiera ser un mero sueño, una aventura desde el profundo amor que conlleva la libertad en la que vivo, la cual respiro en cada inhalación, la cual me alimenta en cada pensamiento que decido, en cada beso que puedo darme, en las caricias que alimentan mi piel.
Yo me amo desde la profundidad del alma, del espíritu que se esconden tras los hilos de los movimientos de mi cuerpo, de un entramado de tejidos y músculos, desde donde hoy, como ayer, os escribo.
Miro a mi alrededor y veo personas, busco a mi derecha o izquierda y solo veo pensamientos, escruto las miradas ajenas y veo sus sentimientos en formas distintas a como puedan expresarlo.
Espero junto a la entrada y cuando vuelve, entramos como dos caminantes que viajamos en el mismo tiempo, aunque en formas diferentes, en estructuras subatómicas que se pueden liberar solo cuando miramos el objeto.
No comprendéis nada, tampoco yo lo comprendía, tampoco sabía todo lo que la sabiduría, sí, esa que te da la experiencia, el pasar de los años sabiendo aquello que quieres conocer y aquello que has conocido, y lo que has conocido y no quieres volver a vivir y lo que viviste y siempre añoras no poder revivirlo.
Hoy es lunes, comienza la semana de final de mes, es el principio del fin, el momento en que se prepara el mes de febrero para hacer nacer al de marzo, el mes que nos traerá la primavera, que nos abrirá las puertas a las fallas de Valencia, la que nos hará llorar en nuestra semana santa.
Aquí y ahora contengo la respiración y miro a los lugares donde quiero llegar, a ese campo que me espera con unos brazos sinceros de poder sentir la amistad de un ser humano que hoy ha conocido a una gran amiga, la abundancia, esa manera de ver la realidad de mi ser desde la cantidad de cosas que me envuelven y me hacen la vida más sencilla.
Yo soy abundancia, abundancia en amigos, en soledades, en amores, en viajes, en amor, en sabiduría, en belleza, en grandeza, en todo aquello que no vemos ni oímos, pero cuando nos dejamos ser, escuchamos y disfrutamos.
Son los sentidos los que nos impiden llegar a ser más, a conseguir entrar en aquello que está a nuestro alrededor y que no podemos observar porque juzgamos, porque no sabemos mirar sin los ojos ni escuchar sin los oídos, aunque sí sabemos amar sin acariciar ni besar, sólo con un corazón que todos los días sigue latiendo en la energía de nuestro libre albedrío.
Gracias a todos, a todas y a vosotros que estáis en esos planos que viajan a mí alrededor y alrededor de todo, de nada, da la simplicidad de un simple beso en el lugar y tiempo no definidos.
Namaste.
Miguel José