Ya estas aquí, pasaba el tiempo mirando al frente y no habías llegado, espiaba esa silla vacía comprendiendo que aún no escuchaba tu cuerpo, me imaginaba que llegarías en silencio y todavía no te he mirado.
Eres como el silencio en persona, la gratitud de tu sonrisa se inscribe en un libro de plata, cabalgas entre algodones llenos de un éter que ilumina el pequeño camino que recorres hasta que llegas entre nosotros.
No te veo nunca en una situación distinta, no comprendo porqué no puedo comprender que no veas a tu alrededor lo que no quieres esperar, no escucho razones que me hagan aprender tu manera de explorar.
Cada mañana escucho ese saludo que me entrega a tu mirada, una pequeña sonrisa me estrecha la camina para poder conocer el nuevo día, una simple risa me deja tus ojos empañados en una brisa sencilla dentro de un cuerpo de mujer.
Abres la rejilla de aquello que no podía mirar, cierras la puerta de aquellos que no entienden lo que es amistad, esperas a que mi mirada se encienda para poder sentir aquello que recibes y agradeces.
Tu cuerpo se abre a mi llegada, tus entrañas se completan con esa mirada de atención sobre tu sentimiento, la profundidad de este encuentro se percibe en los momentos en que una intimidad de silencios nos arropan en lo nuevo de cada encuentro.
Hoy me encuentro libre de más impedimentos, de mas sentimientos que no son míos, que fui recogiendo como aquellas flores que arrancaba sin saber que no eran de mi propiedad, que no soy yo el único que habita en este preciado jardín.
Desde este recodo donde reposa mi cuerpo, esta esquina que me permite ver y observar todo aquello que existe y tiene movimiento, el lugar desde donde unas líneas nacen en el frío de una mañana de invierno, acudo a mi pensamiento para despertar este amor que llevo dentro.
Amo a la vida como ella me ama, siento el frescor de un invierno como yo le doy mi calor, espero aquello que no invento y recibo lo que merezco, veo la calle desierta, el parque sin vida, las plantas despertando, los caminos recién colocados, para obtener el placer de disfrutar.
Disfruto en la vida que me pertenece, que yo mismo me he trabajado, que yo mismo respeto desde la sinceridad de cada proceso que experimento.
Amo a aquellos y aquellas que desde su amistad llegan a un corazón nuevo, a un lugar donde se alojan almas sencillas, personas que se entretejen en los miles de sentimientos que brotan de un simple abrazo.
Hoy es día doce, cuya suma da tres, y el sentido de este pequeño momento tiene la sencillez de traeros a una nueva dimensión, un lugar donde no pensar, no entender, no comprender, no trabajar, no estudiar, no sufrir, no morir, hace que hayamos pasado unos minutos junto a este café tan temprano que ahora mismo se está enfriando.
El frío exterior hace resguardarnos dentro de un corazón caliente que abrasa en los comienzos de un despertar alegre, sencillo, humilde y casi tierno de un hombre que camina entre aquellos lugares donde la felicidad y el amor le dan el sentido de su nueva vida.
Gracias a todos los que estáis al otro lado, y los que no sabéis de mi existencia, y aquellos que no sienten lo que digo, incluso a los que ni siquiera escuchan, porque desde este pequeño lugar os mando mucho amor, ese amor sin fronteras que no tiene idioma ni patria.
Namasté.
Miguel José