Hacía frío aquella noche, las luces se oscurecían por un rocío que caía de un cielo sin nubes. La forma en que la ciudad se dormía era el momento propicio de un nuevo acontecimiento en el limbo que se terminaba para el comienzo de un anunciado futuro.
Sobre las diez y media llamaron a la puerta, era ya noche cerrada, aparecía una pequeña luna en ese cielo oscurecido, en forma de cuna, con unas estrellas acompañando entre luces de neón.
Los hombres y mujeres se afanaban por aquel encuentro, sentían en sus manos los momentos más felices de quienes acudían al lugar, sabían que aquello marcaría las vidas y los sentimientos de aquellas que pedían ayuda, de unas caras inundadas por su sentimiento.
Se escuchaba silencio donde me encontraba, unas voces susurrando comentarios me introducía en mi papel, tenía algo más de veinte años, creo que eran veintitrés, cuando aquellos momentos me llegaron a poner nervioso.
No sabía de todo aquello y tampoco quería pedir ayuda, sabía que era una nueva etapa en mi vida la que me cambiaria los días y las noches, para entender que todos tenemos que pasar por etapas importantes que luego nos acompaña durante toda nuestra vida con mucho amor.
Eran más de las once cuando la necesidad de saber me despertó la curiosidad de que algo todavía estaba por llegar, o ¿habría llegado ya?, la enfermera me dijo que aún estaba en el paritorio, que aquellos momentos eran de espera sin tensión, pero este muchacho que comenzaba su nueva etapa de pañales y biberones, no podía contener sus pensamientos.
Miraba a mi alrededor y no escuchaba, sentía que aquello eran como voces contemplando a un nuevo primerizo, aquel que no sabe, el que descubrirá su nuevo contenido, quien arropará cada noche ese pequeño muñeco de carne y hueso, cargado de tan inmensos regalos.
Sobre la una de la madrugada recibía la noticia de que el parto había finalizado a las diez y treinta y cinco minutos y que no me avisaron antes porque estuvieron las dos recuperándose de aquel momento, quizás una pequeña confusión hizo que esos momentos de conocerte se alargaran.
Aún recuerdo el instante como si lo volviera a vivir, acompañado de tu tía y tu abuela, subimos a la planta donde estabas durmiendo, una pequeña cunita de cristal alojaba una niña, una preciosa criatura que me dejó grabado el momento de ser Padre.
Fué el primer regalo tan maravilloso que nos dejaste, a tu madre que lo sintió y a tu padre que te admiró por ser parte de su carne, de aquellos momentos en que la felicidad abría esa parte de mí que ahora recuerdo con tanto amor.
Te llamamos María, quizás como la virgen, quizás como tu tía, la realidad es que Maía cocosa cose se hizo carne y figura, pusimos al fin una cara tan linda, unos ojos tan despiertos, un cuerpecito de mujer que llegaba al mundo de las manos de aquel hombre y aquella mujer que sintieron el placer de sentir que nos habías elegido para tu aprendizaje.
Hoy eres una gran realidad, comienzas a sentir tus primeros treinta años, y todo a tu alrededor te completará en el mundo que te rodea, en el sentimiento de dos personas que junto a tu hermano, sienten la importancia de tu presencia, la seriedad de tu realidad, la comprensión de que eres una mujer en tu camino de madurez.
La madurez se completa en experiencias y comienzas a caminar en tu sendero a tu manera, aunque debas de saber que nadie ha de dirigir tu vida, pero que aprenderás a llegar a lo que un día comprendiste que era el sentido de ésta, tu vida.
Te amo en este momento, como también lo hago todos los días desde que llegaste, siento tu calor aunque no vivamos juntos, puedo ver tu cara aunque sea tu voz la que escucho cada vez que sientes descolgar cada llamada.
Ahora, desde este lugar que yo he elegido para mi vida, deseo que pases el mejor día en tu feliz cumpleaños, sabiendo que todos los que estuvimos a tu alrededor cuando lo necesitabas, seguimos estando juntos.
Es la vida la que nos enseña que hay momentos duros, sino la maravilla de la enseñanza que nos deja, y tú ahora estás aprendido tus primeros pasos, no comprendiendo lo que algún día sentirás.
Tu Padre, ese Miguel José que ahora firma sus cartas y escritos, ese padre que dices no conocer, ese hombre que decidió vivir sin tu madre porque así lo sintió un día, te manda el mejor de los regalos que él sabe ofrecerte, el mejor sentimiento que un padre puede dejar grabado en la herencia de un futuro.
Quiero que este escrito figure grabado como aquellos dibujos de nuestros antepasados primitivos, para que tu linaje, tus hijos y descendientes que lleguen de tu mano, sientan que tu padre no estaba tan lejos de como tú creías.
Quizás no haya sabido expresarme mejor, quizás estas palabras aún no las sientas, quizás no comprendas que ese Miguel José es el mismo que te ayudo en tantos años a superar aquellos momentos en que creías te moría, pero sigo queriéndote como el primer día, ese que ahora te he dejado grabado para que........
en un recuerdo de aquel gran sueño abras tu alma a la vida, a este aquí y ahora que te completará en el mundo que crearás a cada momento.......
Te quiero cosi, te quiero mi niña.
Sigo vivo, sabes porque estos chicos traviesos aún necesitan escuchar que el amor se encuentra detrás de las máscaras, de lo que negamos porque no sabemos descubrir delante de nuestro espejo...
Miguel José
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