La calle está oscura, el cielo ha perdido las nubes, la noche sigue despierta mientras que el día está despierto y esperando la ducha tras el desayuno.
El silencio se ha adueñado de unos cuerpos que aún están en su penúltimo sueño, dentro de unas mentes calladas y de un cerebro que no tiene movimiento.
La mañana es de un lunes frío, de unas calles mojadas tras la tormenta de un domingo que hacía terminar una semana muy movida.
Queda el sentimiento de aquella tarde, de unas horas junto a la persona querida, de una llamada de cariño para entender que aquello es otra historia.
La historia comienza con una nueva semana, con unas nuevas aventuras, con unos pasos que me llevarán a sentir quien soy y donde estoy.
Monólogos descubren posibilidades de entender aquello que ahora no escucho, de lenguajes que acabo de descubrir, de experiencias que en mi lucha interior salen victoriosas dentro de un nuevo paradigma.
Es el principio de una nueva semana, un gran día para comenzar aquello que tiene fecha, para descubrir la grandeza de unos pensamientos que están trabajando para ser vividos, el amor que dentro se fabrica sin envasar.
Empieza el nuevo tiempo de quien vive en un mundo real, en un lugar donde las aventuras que son esperan alrededor de unos edificios, de unas calles vacías, para que la obra de la vida vuelta nuevamente después de unos sueños.
El sueño que ahora comprendo es aquel que me vació en la noche toda duda de que nunca podré adquirir conciencia de aquello que no siento.
Desde el sentimiento, las cosas se hacen más fáciles, se llegan a discernir en el cruce de caminos que ante mí se presenta con la llegada de unas horas que cambiaran mi destino, que serán cruciales para volver nuevamente a la vida.
He vivido aquello que tenía que comprender y ahora siento que al aceptar lo que no puedo es cuando llega lo que si quiero, cuando aterriza en mi cabeza la forma de conseguir llegar a la cima de mi Ser.
Este camino de maduración, de ser un adulto, de llevar libre al niño que somos, es la luz de unos momentos en que ser aquello que tanto he sentido es la culminación de que siempre seré un estudiante.
La maestría está en saber aprender siempre, en ver que nunca lo sabemos todo y que hay cosas nuevas que están esperando en esta calle vacía, en estos ladrillos que cada día miran las huellas que han sido abandonadas.
Namasté.
Miguel José
|