Hay un momento especial en este momento que no quiero dejar escapar y que se refiere a lo que estoy viviendo en estos instantes de mi vida, donde no voy a centrar muchos esfuerzos ni tampoco poner grandes metas.
Estoy en la etapa que se mide por los sentimientos, por esos lugares que voy visitando y que me van enriqueciendo dentro, que me dejan tantos aprendizajes y tanta sabiduría, que me transportan a las épocas de donde provienen y a las batallas que allí transcurrían.
Caminando sobre nuestros propios pies, andamos los metros suficientes para poder contemplar como los decorados se van moviendo en la velocidad que empleamos, en los medios que utilizamos para desplazarnos de un lugar a otro.
Al volar en un avión, sentimos la altura sin necesidad de mirar hacia abajo. Al volar sobre un montón de acero nos damos cuenta de que todo en cada momento es diferencia, ya que nadie se ha parado a pensar como una masa tan enorme puede desplazarse tan ligeramente sobre las nubes.
Al navegar sobre otra masa de acero, que no se sumerge por entero en el fondo de las profundidades marinas, añadimos otro enigma a cuanto hace posible que flote, que se mantenga por encima de unas aguas difíciles de navegar.
Al darnos cuenta de todo aquello que nos rodea, que simplemente utilizamos para nuestro provecho, para que los desplazamientos se hagan de forma diferente al caminar o andar sobre un animal kilómetros y kilómetros de ansiada espera sin ver como el paisaje cambia tan repentinamente.
Los decorados que dejamos atrás son siempre los mismos que reconocemos cuando volvemos a nuestro regreso, es volver a ver la película al revés, pero con otros personajes u otras luces que completan el mosaico.
La grandeza de andar, de pasear, de caminar radica en la posibilidad de no pensar, de no entender aquello que no tiene una explicación científica, pero que nuestro corazón acepta pues es el medio donde puede reencontrarse con todo aquello que queda escondido dentro de nuestro cuerpo.
Al entender a dar los primeros pasos somos conscientes de que algo nuevo está por suceder, que algo está llamando a nuestra puerta y que algo nuevo está dándonos la fuerza necesaria para que al conocer lo inexplorado podamos utilizar el medio que más a nuestro alcance suponga más rapidez para conseguirlo.
El Amor es quizá, el medio más rápido para ir de un alma a otra sin necesidad de parar en otras estaciones que nos impliquen otras necesidades. El Amor llena los espacios que en nuestro devenir diario puedan dejar de completar las memorias completas de mensajes, llamadas e informes sobre todo aquello que debemos de contemplar.
Hoy medito y comprendo todo aquello que no he sido capaz de ver, aunque muchas veces no sea cierto, pero que en el transcurso de escuchas y miradas puedo llegar a reconocer que se actúa de una forma aprendida y como un medio de poder defendernos de todo aquello que nunca nos va a atacar.
Hoy mi guerra está decidida a todo aquello que me rodea y que no es agresivo, pero sí dañino pues es el estado natural de una mente trabajada en el miedo y en la inseguridad y por tanto, todo el esfuerzo de quitar subyace en la resaca de lo guardado en secreto en el baúl de unos recuerdos que ahora hemos de comprender.
Un canto a la vida significa libertad, un canto al mundo significa amor, un canto a todo lo que nos rodea es aquello que desde la interioridad de unos sentimientos dejo salir en este despertar en una mañana de un último sábado del mes de Septiembre, donde comienza a llegar el otoño de unas hojas recién preparadas para sembrar los caminos de la libertad....
Miguel José
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