La mañana ha nacido soleada, la calle está en silencio, los árboles se acercan a la ventana, los pajarillos en su amanecer no han hecho ruido, los gatos cruzan la calle en silencio, los vecinos no han encendido sus diálogos, los coches han partido en la oscuridad de las primeras luces.
El verano que comenzaba el primero de julio da sus últimos días en la espera de un reiniciar una nueva temporada, un nuevo otoño cargado de hojas que limpiar, de ramas por cortar, de fríos por sentir, de lluvias por caer.
El mes de Octubre se acerca, está en nuestra espalda, la luna se engrandece ante las noches frías. El Sol nace menos caluroso, los rayos no queman con la intensidad de esas noches de verano.
El Otoño que tantos momentos íntimos deja, que tantos momentos de recuerdo nos abre, que tantas historias vuelven a nuestra retira, ahora comienza a darnos la fuerza, el sentido, la orientación de que nuestro camino vuelve a colocarse adecuadamente.
Las nubes acarician las montañas, las golpean en días de lluvia, en fuertes cascadas de un agua necesaria, pero que desborda muchos sentimientos que aún no han sido entendidos, de muchos momentos que no han recibido el conocimiento de por qué tuvimos que dejar nuestro cuerpo abrazar una noche en la playa.
La luna que se ha llenado de luz, que transmite su fuerza desde lo más alto, es la protagonista de muchas miradas, de muchos lugares escondidos desde donde se la ve, desde donde se la siente.
Desde un simple mirador, convertido en solarium en los momentos de luz y de Sol, dos seres se relajaban en unas tumbonas azules, como el color de aquel mar, para cada noche robarle a la luna una hora de tranquilidad, un momento que hace inolvidable el Amor a escondidas sobre un pedazo de tierra bañado por las aguas saladas de aquella isla.
Volando en un avión, la luna también nos acompaña, nos mira silenciosa esperando ser escuchada en los gritos de soledad. Las nubes hacían que el rumbo de aquel pájaro de hierro no despistaran al piloto, las manchas blancas iluminadas por aquella esfera blanca, hacían el camino de regreso a nuestros corazones.
Ahora, desde el sueño de unos días de mar, mis ojos reposan en estas líneas dejando un despertar cargado de ilusión, de Amor y de Paz.
Comienza el día en que todo vuelve a la misma casa, al hogar vacío durante el estío, a los momentos de soledad encontrada, a este espacio mío en que la meditación, la contemplación y la grandeza de mi Ser dejan esos instantes de haberme conocido un día más.
Gracias a todos por estar al otro lado, gracias por un día más de cada uno, gracias por todo aquello que me lleva y me deja su enseñanza, gracias por comprender aquello que yo aún no llego a ver.
Mi Despertar está cada día más transparente, más lleno de Amor, por Amor y desde el Amor. Os quiero.....
Miguel José
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