Un lugar donde escribir un pensamiento es aquél donde el silencio es mirar, escuchar, sentir, amar. El mar es una extensión de agua que deja en la retina ka inmensidad de su figura, el contorno de litros y litros de un amor incondicional.
Cada momento en que sus aguas se posan en mi pensamiento escucho unos versos en el movimiento de aquellas olas. Es una forma de recibir su mensaje fuera de cualquier botella.
Hoy he recibido una sensación al mirar la extensión de un Mar, el Mediterraneo, que al bañar unos acantilados ya fragmentados por las mareas y las tempestades, va moldeando unas figuras en las rocas que nos ayudan a conocer cada lugar. Unas cuevas en los acantilados definen la cantidad de sal empleada en dulcificar sus contornos.
La Isla, un lugar rodeado por la inmensidad de unas aguas azules, aparece calmado. Son los terrones de una tierra que ha sobrevivido a la lucha de la fuerza del mar. Un lugar privilegiado que ha quedado fuera de aquél inmenso movimiento de olas.
Cuando veo la ralla del infinito, cuando siento que el cielo y el mar se funden en un abrazo sin límite, surge una figura en forma de nube que me indica que aquel final no es de verdad.
Desde lo alto de un mirador, no veo lo que el mar me trata de decir, pero escucho lo que en su música deja en unos oídos sordos. La concreción de algo que nos lleva dentro hace que el corazón interprete aquellos momentos desde la oscuridad de nuestro sentimiento.
Todo lo que mis ojos recorren son distancias inalcalzables para un paseo, para un momento en que sentimos que aquello se puede medir. El recorrido es sincero cuando aquello que tanto grita en la inmensidad de una Isla son la historia de unos antepasados que murieron en una batalla que fué ganada o perdida, para darnos cuenta de lo que todos podemos ganar o perder en un instante.
Un poblado de hace miles de años nos acerca a nosotros mismos, a lo que un día fué el Ser humano y a lo que hoy sigue siendo el mismo Ser humano.
Casas, poblados, santuarios, fortificaciones son los mismos hace miles de años que en la actualidad. Los utensilios pueden ser diferentes, pero los escritos, los monumentos, los pensamientos son idénticos.
Cultura tras cultura son los mismos errores. Batalla tras batalla son las mismas consecuencias. Ciudades tras ciudades son los mismos modos de reunir a un grupo de personas para ser sometidos dentro de un mismo orden.
El mar nos mira desde su interior sabiendo que siempre estaremos en el otro lado, en un lugar donde no puede llegar, en aquel trozo de tierra inalcalzable para sus aguas.
La Tierra siempre está atenta a sus movimientos, a cualquier intento de derrotar a las torres que vigilan los acantilados, a tratar de invadir los lugares que las culturas habitan.
Hoy estoy en una Isla instalada sobre unas aguas tranquilas, bañada por los movimientos de unas corrientes de salinidad, rodeada por los faros que alumbran en las noches de silencio.
Esa Isla que cada mañana me hace despertar a un murmullo de gaviotas, a un sonido de película, a unas ruinas de aquellas batallas bajo unas nubes negras, bajo banderas de piratas intentando arrebatar un pequeño trozo de tierra para conquistar algún día todo el territorio que ilumina un Sol en una mañana de un casi cumplido verano.
Miguel José
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