Nací para aprender, para experimentar, para comprender que todo lo que cada día nos va sucediendo son los apuntes que necesitamos para darnos cuenta de quiénes somos, de dónde venimos, de porqué nos acaricia la vida o por qué nos apuñala, de por qué los sucesos que van a lo largo del tiempo que pasamos desde nuestra llegada a nuestra partida son semillas de lo que recogemos después en el otro lado.
El otro lado es la habitación a donde se muda el alma, a donde vuelve para purificarse, el lugar de los sueños, de esos sueños que nos hacen descubrir que en este juego de cada vida solo podemos llegar a comprender aquello que solo es nuestra representación por capítulos.
El despertar de cada ser humano es una forma de llegar al otro lado, de conocer el mecanismo de accionar la conciencia, esa gran memoria humana, ese lugar donde cada acontecer en nuestra rutina diaria solo es un paso más hacia el conocimiento.
Conocer es contemplar los hechos que nos marcan en cada instante sobre el tapiz de la vida. Conocer no es aprender, pero sí experimentar aquello que nos deja un registro en los momentos en que sentimos que aquello nos sucedió por alguna razón.
El ser humano, en la categoría de Dios, es la primera razón de la existencia de este mar de actores, del lugar donde las representaciones de una sola obra de teatro, es la obra maestra que cada alma lleva aprendida para el guión de su vida.
Reflexión es meditar sobre aquello que no tiene respuesta, es dejar unas manos acariciar unas teclas en donde las letras componen la música de las palabras. Una forma de poder recibir desde el interior de la sabiduría aquello que en el strees de unos días de lluvia no podemos ver ante el húmedo panorama que se construye desde el personaje que hayamos venido a interpretar.
Es la madrugada de nuestro despertar cuando comenzamos a estirarnos, cuando nos salimos del cuerpo que hemos venido a utilizar, cuando sentimos que todo lo que hemos vivido en un modelo humano es una parte muy pequeña de lo que realmente es nuestro Ser.
El mundo es una ficción, las calles, las ciudades, los países, todo lo que se representa ante nosotros, ante esos ojos de humanos, no es real. Realidad es aquello que percibimos con los sentidos, aquello que podemos tocar, oler, sentir, escuchar. Ficción es aquello que no podemos acercanos aunque estemos en ello.
YO SOY es la presencia de cada interior, la tremenda e inconcebible sensación que solo desde el corazón, desde el Amor, podemos ver sin materia, tocar sin piel, oír sin música, y oler sin ningún aroma conocido.
Miguel José
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