Vivimos en un mundo abstracto, en un mundo donde las palabras se introducen en nuestro cuerpo para direccionar los pensamientos y desarrollar el programa instalado en nuestro interior.
Lo abstracto representa múltiples posibilidades de algo. Es como sentir que no queremos decir nada, o mejor, que no sabemos en un momento determinado expresar lo concreto de aquello que no podemos nombrar.
¡Tríame aquello! Es una expresión muy utilizada en el idioma que los castellanos hablamos en la geografía de España, para que alguien nos ayude a que un objeto, cosa o símil, llegue a nuestro alcance sin necesidad de trasladarnos físicamente hacia él.
La forma en que quien ha recibido la orden puede ser muy diversa, pero casi siempre sucede que sabemos que es lo que quiere decir la otra persona. Es utilizar la telepatía, la recepción de su mensaje claro, en lo oscuro de las palabras.
Si sentimos que lo que nos pide ya ha sido determinado muchas veces, comprendemos que nuestra mente está habituado a esta clase de lenguaje, a esa manera de entender algo que realmente otro sujeto que reciba esa conversación en imposible que pueda buscar eso o aquello.
Son costumbres, es decir, algo que se repite en el tiempo, en la forma y en la manera en que recibimos los mensajes. Todo ello acomoda al centro receptor de mensajes para que cuando una orden similar ulterior, pueda ser interpretada como el pan.
Estamos en la cocina y vamos a pensar en hacer un bocadillo porque tenemos hambre. La frase al compañero que está en la misma habitación, en el lado contrario y cerca del objeto sería: Acércame eso. Lógicamente sin el lenguaje de los signos, esto es, sin señalar el objeto.
El sujeto receptor mira al que le da la orden, el cerebro procesa el mandato y da respuesta inmediata para que sea entendida y así acciona el mecanismo para que el acto de tomar la barra del pan sea realizada por el cuerpo, por sus manos atrapando entre sus dedos el objeto solicitado, aunque con el nombre abstracto de eso.
El hecho de todo este razonamiento se deduce de la costumbre, de que somos animales que recibimos mensajes y por el hecho de repetir cada movimiento, acciona unos sencillos canales de repetición.
Al repetir creamos experiencia, esa experiencia que nos hace conocedores de eso que ha sido mencionado sin nombrarlo. Al comprender que nuestro cerebro, la mente que lo auxilia y la vista, somos capaces de emitir siempre las mismas respuestas.
Gracias por comprender que el lenguaje abstracto nos lleva a recibir dentro de nosotros la alquimia de transformar un mensaje sin sentido claro en una respuesta mecanizada en el interior de una costumbre de repetición.
Eso es lo que quería transmitir a ellos, porque aquello que no comprendía al principio es lo mismo que ahora sigo sin descifrar, sin nombrar porque no sé si esos que decían lo dicho son aquellos que antes no estaban ahí.
Miguel José.
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