Transmutar es hacer que una cosa cambie, que algo se transforme en aquello que pueda servir a un mejor destino. Ese modo de poder limpiar oscuridades en lugares en donde la luz es visitada muy de tarde en tarde.
Cuando nos levantamos por la mañana, nuestro cuerpo ha descansado sobre un colchón. Ese descanso ha completado el ciclo de reposo que nuestro cuerpo necesita cada día para poder recuperar la energía necesaria para el trabajo físico de nuestro ritmo de vida.
Es en ese espacio de tiempo cuando la limpieza que se produce en el interior de las células, en el interior de los órganos que tocan cada día la misma música, la misma entonación, para que aquél gran espacio físico pueda nuevamente volver a funcionar.
En el proceso interviene aquellos elementos que duermen al sentir que el cuerpo está trabajando. Cuando los músculos, los órganos, las extremidades se friccionan por le movimiento, aquellos encargados del engrase y puesta a punto vuelven a recogerse y esperar la hora del descanso.
Cualquier descanso es válido para que salgan a funcionar, para que, herramientas en mano, comiencen a reparar aquellos lugares que necesitan recargar la energía, que están bajo el mínimo esfuerzo.
Todos acuden a los lugares principales. El cerebro descansa en un movimiento de quietud. La mente se deja los pensamientos encima de la mesa. El corazón baja su ritmo, la sangre circula más despacio, Los brazos y piernas se sitúan a ambos lados del cuerpo en posición de reposo.
La cabeza se apoya en la almohada, los pies se colocan de lado y fuera del suelo, las manos se cierran o quedan en una posición donde los dedos descienden hacia ese suelo que supone cualquier colchón donde descansar.
La vida se torna noche, los ojos no paran de mirar, pero las cortinas han quedado cerradas y el velo impide que la luz exterior pueda hacer mover esas lentes. Cualquier movimiento en sus proximidades no es observado al dejar que su movimiento se aquiete.
Los oídos quedan en alerta, al igual que el tacto. Son los grandes protectores de toda esa masa que compone nuestro cuerpo. Ellos no preguntan, solo responden. Ellos no piensan, solo actúan. Ellos en definitiva son los que reaccionan ante cualquier ataque exterior que no corresponda en cualquier momento de uno de tantos descansos.
Transmutar es la fase que sobreviene al sueño. Aquí dejamos sueños que no queremos en la cuneta de nuestra mente. Aquí dormimos odios que se alojaron en unos minutos antes. Aquí despejamos aquello que nos llevaba el dolor a la cabeza, o a cualquier parte de nuestro cuerpo.
Transmutar son los cambios que suceden a aquellos miedos o inseguridades, a aquellos pensamientos que no podemos quitar de su caudal, a aquellos juicios que nos consideran inservibles. Todo envuelto en el descanso de unas horas que nos ayudan también a recargar aquellos programas que se habían saturado.
Ahora termino transmutando estas líneas por aquellas que antes de dormir escribí y que ahora siento que han sido limpiadas y descansadas en la misma hoja en blanco que volví nuevamente a escribir.
Miguel José
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